Una isla, dos versiones

Una isla, dos versiones

La de Carter (Jimmy, el ex Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica): República Dominicana no podrá detener la penetración haitiana. Los motivos que expone para sostener su proposición son incontrovertibles. Los pueblos dominicano y haitiano comparten la isla y tienen frontera terrestre. El lado Este de la isla, es decir, el lado dominicano, es poroso (no utilizó este vocablo, pero se deduce de su afirmación). Los dos países están atados y no hay forma de separarlos.

La del politólogo francés. Aymeric Chauprade cree que la incontrolada inmigración haitiana impide la superación de la pobreza en el lado Este de la isla. Aunque es evidente que nada se cumple para superarla, salvo obras de caridad con tarjetas y otros procedimientos, cuanto se haga no producirá efectos reales. Mucho peor aún, cuando República Dominicana asume políticas destinadas a regularizar el éxodo desde Haití, se la acusa de racista. Disponer acciones de regulación no implica racismo. Establecer normas relacionadas con la inmigración entraña protección nacional, es cuestión de seguridad nacional, sostiene Chauprade.

Hay una isla en juego, aquella a la que don Cristóbal Colón, su descubridor, llamó Hispaniola o Española. Sus habitantes originarios la denominaban de maneras distintas, pero a diferencia de Cuba en que el nombre aborigen prevaleció, nosotros adoptamos, por extensión, Santo Domingo. Se asientan en esa isla, dos pueblos distintos. Como distintos son el de Estados Unidos de Norteamérica que es, fundamentalmente, una mezcla de arios; y el mexicano que son aborígenes, arios hispanos y mestizos. Mulatos los hay entre los mexicanos, aunque constituyen una proporción mínima.

Carter aludió a la frontera de su país con la tierra de los mexicanos. Calló sin embargo, lo de la porosidad, pues hasta el ascenso de Barack Obama nos cazaban como a moscas. Quizá por ello prefirió eludir el tema. La frontera méxico-estadounidense es, al igual que la dominico-haitiana, terrestre. Y es penetrable por los inditos mexicanos, muchos de los cuales mueren en la travesía a causa del hambre, la canícula y la persecución de la guardia nacional y grupos de matones de activistas anti inmigrantes. Para controlar esa migración ilegal se construyó la nueva versión de la muralla China.

De las dos versiones expuestas respecto de la inmigración haitiana rumbo al Santo Domingo del Este hay que preparar una síntesis. No soy muy partidario de resumir el problema interponiendo una muralla. El aislamiento genera retrasos. Por el contrario, los amigos de Haití y los vecinos isleños, específicamente nosotros, hemos de propulsar su desarrollo. Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, Francia y otros que lo deseen, abonen los recursos. Nosotros podemos poner la mano de obra. De este modo tendremos en esta sola isla dos pueblos y una versión de prosperidad.

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