Una joven pintura crea y recrea en  la Alianza Francesa

Una joven pintura crea y recrea en  la Alianza Francesa

La primera exposición suele tener suma importancia en la carrera de un artista para él mismo así como  para quienes miran y juzgan. La segunda, en nuestra opinión, importa tanto o más: ratifica los recursos y los hallazgos iniciales, pero con elementos nuevos, o repite sencillamente, o lo cambia todo… En el caso de José Ramia, felizmente se trata de la opción primera. Cuando descubrimos sus cuadros en Casa de Teatro, sentimos una gran alegría… porque obviamente surgía una personalidad prometedora, y una gran sorpresa porque su pintura se veía diferente en estilo y propuesta. No se sentía el peso de la academia recién asimilada, tampoco asistíamos al salto en el vacío de una contemporaneidad incierta o ajena… Teníamos por delante a una expresión audaz, casi provocadora, pero con un alto potencial de comunicación, y hoy, en la Alianza Francesa, esta dimensión nueva de la imagen se afirma. José Ramia es  un seguidor de la “figuración libre” y de su poder de seducción innegable, acorde con la actualidad y sus referencias. Su pintura –hoy  solamente pinta ¿pero mañana…?– se emparenta con la tira cómica, la televisión, la publicidad y la cultura.

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Tradición en avance

Con esta muestra refrescante y singular, la Alianza Francesa da seguimiento a su  joven tradición de ofrecer, en sus espacios de galería, un arte vivo, llamativo y diversificado.

Una iconografía juvenil traslada la experiencia de lo cotidiano y vivido al color y a la tela, poblada de criaturas extrañas y expansivas, de una ficción familiar y excéntrica. Podríamos calificar su estilo como neo-barroco,  por supuesto sin alusiones a la corriente secular aunque compartiendo los recovecos de la forma y la composición.

Sin embargo, la cultura del artista no se alimenta sólo del espectáculo y los medias. El devora los libros y en particular a los poetas, especialmente del siglo XIX, como lo revela el título de la exposición, “El Spleen de Santo Domingo”, clara referencia a Charles Baudelaire. Evidentemente encontramos una mezcla cultural y étnica, que, en la mayoría de la obras, retorna a lo dominicano. “La ciguapa electrónica” ejemplariza esta pluralidad, este vaiven entre las identidades.

Ahora bien, en una obra abierta a los nuevos mitos y al “buen humor”,  la sonrisa puede ser también rechinante y reflexiva.

 Ramia crea y nos recrea con un juego muy serio de observador de su tiempo. Sus vastos formatos últimos, monocromáticos, caricaturizan al hombre, que, desgarrado por tantos llamados y presiones, se distorsiona.

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