Una de las lecciones derivadas de la potente crisis financiera global actualmente en curso, puede aplicarse directamente a nuestro país. Veamos primero cómo se ve en los Estados Unidos.
En el año 2005, el gobierno y un bloque de legisladores promovió la idea de darle a las entidades financieras privadas acceso a los fondos de la Seguridad Social. Esto, de hecho una privatización, permitiría a los bancos de inversión privados que especularan incluso con los instrumentos financieros más riesgosos. Afortunadamente para aquel país, un vigoroso movimiento en contra impidió que se materializara la privatización de los fondos de Seguridad Social de EEUU, que ascienden a cifras astronómicas.
La lección es no privatizar la Seguridad Social. En nuestro país, desde hace cierto tiempo suena una cantilena en el mismo sentido. Llueven las propuestas y sugerencias para que los fondos de pensiones se pongan a disposición de los bancos, de las constructoras y otras actividades privadas. El argumento es el mismo: que los inversores privados obtendrían mayores ganancias.
Ahora mismo se observa en Estados Unidos que todos los fondos privados importantes de pensiones para empleados públicos y privados, y las pensiones de los sindicatos han registrado pérdidas entre 23 y 30% desde el mes de enero y han venido mostrando un crecimiento negativo a lo largo de los últimos cinco años.
Ayer mismo este diario informaba que los fondos de pensiones de nuestro sistema de Seguridad Social tienen acumulados $62,312 millones. Que a nadie se le ocurra abrirlos a la inversión en ningún ámbito de control privado. La debacle privada así nos lo enseña.