Una lengua mestizada

Una lengua mestizada

La lengua española es la lengua de Cervantes, de Lope de Vega y Antonio Machado; pero también es la lengua de Rubén Darío, Pablo Neruda y García Márquez. El idioma de los descubridores, conquistadores y colonizadores de América, tiene ya más de 430 millones de hablantes en todo el mundo. Hay más personas que hablan español de este lado del planeta que en la propia España. El patrimonio cultural compuesto por los vocablos de esa lengua pertenece, de modo legítimo, a los hispanoamericanos que no la crearon, pero la heredaron como consecuencia de los viajes del Gran Almirante. Es la segunda lengua más usada, después del mandarín. El inglés ocupa el tercer lugar. En América hablan español 375 millones de personas.

La lengua española lleva un poco más de mil años absorbiendo “palabras ajenas”, en primer lugar del latín; pero también del árabe tomó las palabras de “andar por casa”; aldaba, aljibe, anafe; y del griego adoptó palabras cultas, de sonoridad impresionante, para que pudiéramos referirnos a las ciencias o a los estudios generales. A partir de descubrimiento del Nuevo Mundo, incorporó a su vocabulario palabras del nahuatl: tomate, aguacate; y voces caribeñas: canoa, caníbal, hamaca, huracán. La lengua asimila, condensa, yuxtapone, agrega y mezcla. Es un prodigioso aparato de síntesis intelectual y sentimental. La lengua es por eso el principal instrumento de la cultura de los pueblos.
Fue un andaluz, Antonio de Nebrija, quien compuso la primera gramática de la lengua española. Juan de Valdés se burlaba de él, llamándole “un tal Lebrija”; le parecía impropio que un andaluz enseñara las reglas del idioma a los castellanos. Los hispanoamericanos constituimos, aproximadamente, una “Andalucía nueva” no arabizada. Hoy por hoy, andaluces e hispanoamericanos son co-propietarios de la lengua española, con todos los derechos y títulos de antigüedad.
Una curiosidad histórica es que el Inca Garcilaso esté enterrado en la mezquita de Córdoba, cerca de la tumba del poeta Luis de Góngora y Argote. Al Inca Garcilaso se le tiene por el primer mestizo, biológico y cultural, de América. Fernanda del Carpio y Argote, personaje esencial de “Cien años de soledad”, ostenta los apellidos de Lope y de Góngora, por decisión “mestizante” de Gabriel García Márquez.

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