Una luz en las tinieblas

Una luz en las tinieblas

Obviamente que el narcotráfico ha tocado fondo en nuestro país, pese a las viejas y reiteradas denuncias y a la ola de criminalidad que afecta a una gran parte de los países del hemisferio occidental y nadie hacía caso. Ahora todos estamos con el grito al cielo.

En nuestro país la situación es tan grave, que no hay una sola institución del Estado que no haya sido contaminada por el narcotráfico, debido fundamentalmente a la impunidad y a la complicidad de amplios sectores de la sociedad.

Hace años que hemos venido advirtiendo sobre el auge del tráfico y consumo de drogas narcóticas en nuestro país, desde cuando apenas se hablaba sólo de la marihuana y una que otra pastilla alucinógena. Hoy la situación se ha desbordado.

Las avionetas y los barcos que surcan el cielo y el mar entran y salen como Pedro por su casa, evidentemente con la complicidad de las autoridades, bombardeándonos drogas por doquier: en las playas, carreteras, bateyes, y en cualquier finca o solar a lo largo y ancho del territorio nacional.

Ahora, la alarma cunde el pánico. Y las autoridades se han inventado una supuesta guerra al “microtráfico”, comenzando al revés como si se tratara de coger el rábano por las hojas como solución al problema. “Microtráfico”, palabra de moda que está hasta en boca del Presidente de la República como si no supieran lo que quiere decir micro, y si no lo saben les invito a consultar esta palabra en un diccionario.

Atacar el flagelo de las drogas comenzando por los puntos de ventas, incluso persiguiendo y matando muchachos en los barrios, en supuestos intercambios de disparos, es a mi entender una injusticia, ya que estos son en realidad víctimas de los traficantes que los involucran en las ventas callejeras, pagándoles el servicio en naturaleza, esto es, con una pequeña porción de drogas hasta convertirlos progresivamente en adictos, aprovechándose de su pobreza extrema. En cambio, cuando suelen apresar por casualidad a un poderoso, a poco se le ve en la calle como si nada ha sucedido, gracias a la impunidad de nuestro sistema judicial.

Ahora, por fin, se alcanza a ver una luz en las tinieblas, con el acertado nombramiento del general Rolando Rosado Mateo en la Dirección Nacional de Control de Drogas, quien ha comenzado a atacar el mal desde su origen con energía y honestidad. Ojalá que lo dejen trabajar y no intervengan en su labor personas ajenas a la institución, desacreditadas y con las manos absolutamente contaminadas por el germen de la corrupción.

En apenas un mes, el general Rosado Mateo ha dado golpes contundentes a los narcotraficantes en una magnitud sin precedentes, atacando el mal por donde tenía que ser. Esto es, por los de arriba, contra los que invierten el dinero en dólares para introducir las drogas en el país, incluso rompiendo lazos de complicidad entre gente importante, tanto afuera como dentro del gobierno.

Sin esa complicidad no es posible que los bombardeos de drogas narcóticas se hagan por el aire y por el mar, sin que aparezcan los cabecillas, de tal manera que hoy el país está inundado de drogas y armas de fuego.

Cunde la alarma, porque las avionetas y barcos cargados de drogas vienen y salen con facilidad, de tal modo que cuando encuentran parte de esa carga infernal no aparecen los dueños y, viceversa, cuando aparecen los dueños no aparecen las drogas ni el dinero.

¡Ojalá que dejen trabajar al general!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas