Una madre laboriosa

Una madre laboriosa

POR MARIEN A. CAPITAN
Desde que enviudó hace treinta años, Luisa Mariana Vásquez ha trabajado incansablemente para mantener a sus hijos. Incluso ahora, a pesar de sus casi sesenta años, labora para el Ayuntamiento del Distrito Nacional y lava ropa para particulares.

Con la frente sudada, la sonrisa presta y un carácter férreo que no le permite desfallecer, doña Luisa, como le llaman todos, se afanaba ayer en recoger las ramas y la basura que ensuciaban el cementerio Cristo Redentor.

Fue allí, mientras formaba parte de una brigada que limpiaba el camposanto, que doña Luisa explicó que jamás ha dejado ni dejará de trabajar mientras tenga fuerzas: su hija mayor, Nieves Luisa Fernández, tiene 37 años, está enferma y depende de ella. También cuatro nietos que deben ser alimentados por ella, puesto que el marido de su hija la abandonó.

Sin quejarse, haciendo galas de un excelente sentido del humor, doña Luisa explica que tuvo que comenzar a trabajar después que su esposo murió en un accidente de tránsito. «Mi marido se llamaba Emiliano Antonio Fernández; él era militar y murió en un accidente el día 13 de noviembre de 1973. En ese tiempo mis hijos iban de los cinco a los dos años y medio».

Pero esa, lamentablemente, no ha sido la única desgracia que tuvo que vivir: dos de sus cinco hijos, mellizas, murieron siendo niñas a causa de una extraña enfermedad que las fue debilitando hasta que dejaron de valerse. «Ellas eran bien, normal, pero se me fueron poniendo débiles y así se quedaron: anormales, en una cama, y había que hacérselo todo. Ellas se llamaban Luisa Mercedes y Mercedes Luisa».

Tras agregar que ambas tendrían 34 años el día de hoy, doña Luisa indica que su hija Daysi Virginia Fernández, de 35 años, también vive con ella. A diferencia de la mayor, como no tiene problemas de salud, trabaja en lo que puede. Su hijo menor, Roberto Antonio Fernández, de 32, es el único que no vive con ella.

Dejando de lado el recuento de sus tragedias, doña Luisa habla de lo que ha tenido que hacer para sobrevivir y alimentar a su familia. Para empezar, manifiesta que cuando enviudó comenzó a coser en la fábrica del empresario Celso Pérez. Posteriormente, se dedicó a coser colchones.

«También he hecho tapicería. Luego trabajé con Nereydo Guzmán en Harina del Negrito; después en un taller. Después que dejé eso limpiaba en un billar, en colmados… yo he hecho de todo, lavar, planchar… En no siendo cosas malhechas y deshonradamente, yo he hecho de todo».

Tocando la actualidad, doña Luisa sostiene con toda naturalidad que su oficio se resume en una sola palabra: limpiar. «Yo trabajo un domingo sí y uno no aquí (en el Cristo Redentor) y también hay otros días que me llaman, cuando venimos a cobrar. También estoy trabajando en el Hoyo de Chulín, donde está la virgencita de la Altagracia, fijo. Ahí barro el parquecito»:

Como sólo devenga RD$5,000, doña Luisa completa un poco lavando para los demás. Esto lo hace, agrega, cuando llega de pasarse todo un día barriendo y recogiendo basura del suelo. Pero hay que adaptarse, dice ella, porque «así yo voy empatando, sobreviviendo, tú sabes cómo es». Con estas palabras, y el brillo que se refleja en la mirada cuando se refiere a sus hijos, doña Luisa demuestra que es una gran luchadora que da todo de sí por sus hijos.

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