Una Marca Ciudad sin atractivos

Una Marca Ciudad sin atractivos

Existe una intención oficial de hacer de nuestra capital una marca ciudad que la convierta en un centro atractivo para el turismo, que en más de cuatro millones de visitantes, invade los resorts de las playas, sin sentirse atraídos para visitar los atractivos de Santo Domingo, que se queda desierta de esa avalancha humana.

No hay alicientes para visitar una ciudad sucia y caótica en su tránsito y en la agresividad de la gente que, con la violencia descontrolada, ahuyenta a todo el mundo, y más a los extranjeros, que son advertidos por sus embajadas u operadores de tours, de abstenerse de andar por las calles capitaleñas.

Se añade también la suciedad congénita de la ciudadanía, que no cuida sus entornos, y además, la incapacidad del municipio de recoger la basura. Solo hay que ver y oler el impacto cuando se llega al aeropuerto del Higüero, en donde el golpe al olfato son los olores que emanan del vertedero de Duquesa.

En días pasados, dos reconocidos profesionales, Emilio José Brea García y Edwin Espinal Hernández, en respectivos periódicos, han llamado la atención acerca de esa quijotesca pretensión de las autoridades y sectores turísticos de hacer de nuestra repulsiva ciudad algo que atraiga a los visitantes, tal como ocurre en otras ciudades caribeñas como La Habana, San Juan de Puerto Rico, Cartagena de Indias, la ciudad de Panamá, Port Royal en Jamaica y Cabo Haitiano y Jacmel en Haití.

Resultan quiméricas las pretensiones dominicanas de revertir el derrotero negativo de la capital, para devolverle un esplendor que alguna vez tuvo, sin ser un polo turístico de envergadura, por la carencia de los elementos esenciales para afincarla como un destino ineludible para los visitantes.

 Analizados los distintos aspectos que harían del Gran Santo Domingo un polo turístico de altos quilates, se puede decir que los mismos existen, pero en forma dispersa y sin aglutinarse de manera coherente. La causa de esa dispersión radica en los celos interinstitucionales, fruto de funcionarios de mentes obnubiladas, desdichadamente por pensar en el lucro derivado de sus posiciones, o por incapacidad de pensar en grande, para el bienestar colectivo. Se habla de los esfuerzos mancomunados, pero los mismos, si son puestos en marcha, son muy tímidos y se caen por falta de motivación y desinterés de la contraparte que es el sector privado.

La capital y sus alrededores tienen suficientes puntos de interés para hacerlo un gran polo turístico, que muy bien arrancaría en firme cuando el gran proyecto de Sans Soucí sea una realidad. Entonces, la capital estaría desbordada por la demanda de lo que necesitan los turistas para esparcimiento y una apacible estadía.

El inventario de atracciones es amplio, con una gama muy variada de opciones, en donde el colonialismo de la ciudad ovandina se complementa con un Jardín Botánico de calidad, o la exhibición de espectáculos con artistas de renombre, que de manera continua se presentan en diversos escenarios capitaleños y que no solo son los de la farándula, sino los juegos de béisbol invernal, con las estrellas nacientes, tanto nativas como extranjeras. Y hay que decir de la otra atracción, por la fama de las trabajadoras sexuales dominicanas, que ya tienen en Europa, se extiende a nuestras calles, que son un imán para un turismo adulto que no se avergüenza de esas necesidades.

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