Hace algunos años estaba en una bella playa de un resort turístico del Este del país compartiendo con mi esposa, mis hijas y el señor Donald Trump. Se me ocurrió preguntarle: Sr. Trump, ¿qué es usted, demócrata o republicano?, me miró fijamente y me contestó: “Leo, yo no soy nada, ¿qué tú quieres que yo sea?”. Por la ocurrencia, todo el mundo rió, menos yo, me sonreí, por aquello de educación.
Ese es el verdadero Donald Trump, una persona sin ideología y listo a vender su imagen en función de quién le pague. Él vende una marca, la marca Trump, y la marca Trump, es él.
Lo primero que hay que entender bien sobre el señor Trump es que no es inversionista de nada, ni es un intelectual y mucho menos, un político. El señor Trump es una marca igual que Louis Vuitton, Rolex, Zara, Oscar de la Renta. Las marcas antes mencionadas, por lo menos, te entregan algo físico. Trump, sólo te entrega su nombre y listo.
Cuando el multimillonario anunció hace algunos días que entraba a la carrera presidencial, – y por cierto, ya está arriba en las encuestas de los republicanos – los que más lo celebraron y se pusieron eufóricos fueron dos entidades totalmente diferentes. Primero, el Comité Nacional Demócrata (DNC) del Partido Demócrata de los EE.UU. y segundo, los comediantes de los diferentes programas de televisión y radio que se transmiten en esa nación.
El DNC sabe perfectamente que los republicanos van a rechazar un candidato tan disparatero y agresivo en su lenguaje, pero tienen la esperanza de que el hombre se entusiasme y cuando sea excluido de las primarias republicanas, se anime a formar tienda aparte y organice un partido independiente al estilo Ross Perot del año 1992.En aquel entonces, Perot recibió 19% de todos los votos emitidos. Pero como esos votos el 98% eran simpatizantes republicanos, las pérdidas fueron contabilizadas en desmedro de ese partido. Resultó entonces que un oscuro Gobernador de un estado sureño, totalmente desconocido, se colara como Presidente de los Estados Unidos: Bill Clinton.
Los comediantes de los principales programas de televisión están felices y muerto de risas, pues cada loquera que la marca Trump emita, será tema para un programa exitoso esa noche. Es más, ya un comediante que se iba a retirar, retrocedió y dijo que se queda en espera de que Trump inicie.
Cuando Trump anunció que se lanzaba a la carrera presidencial, lo primero que hizo fue insultar a México. Dijo que: “lo único que los mexicanos hacen es enviar a los Estados Unidos drogas y violadores”. Sentenció que, si ganaba, construiría un muro entre las dos fronteras y obligaría que México pague por la construcción del mismo. ¿Y saben qué?, muchos republicanos, aunque ustedes no lo crean, aprueban un desatino de esa magnitud.
La marca Trump no conoce bien que desde 1999 al 2012 los empresarios estadounidenses invirtieron 153 billones de dólares en ese país. Es el mejor termómetro de la confianza que los inversionistas americanos perciben de esa nación. Por ejemplo, Microsoft, Ford, General Motor y Walmart invirtieron más de 5 billones de dólares. México es el segundo socio comercial de los EE.UU.
En cambio, cuando la marca Trump apoya un proyecto inmobiliario diciendo que va a invertir ésta o cualesquiera otra suma, es pamplina. Por usar su nombre, el desarrollador tiene que pagarle una fuerte suma y un por ciento de las ventas. ¿Inversión de Trump?, cero.
La Presidencia de los Estados Unidos es un asunto muy serio. El mundo entero directa o indirectamente depende de las decisiones y buen juicio del incumbente de la oficina Oval. Bastantes ejemplos tenemos los norteamericanos cuando una persona incompetente o díscola ocupa esa posición. Sólo recuerden el caso del último de los Bush y cómo transformó al mundo, con una decisión tan desacertada como fue el caso de ordenar la guerra de Irak. Miles de millones de dólares tirados al zafacón, eso, sin contar, las pérdidas humanas de lado y lado. Esta es la hora, que no se vislumbra cuándo es que esa desgracia va a terminar.
Como consecuencia de ese disparate, ahora se ha instalado en Irak un califato, donde los miembros son los terroristas más violentos que la raza humana haya conocido. Por eso, es impensable y perturbador que una marca como Trump se llegue a instalar en la Casa Blanca. El planeta no resiste más sustos. Con lo de Sarah Palin ya tenemos suficiente de sobresaltos y locuras.