El presidente Danilo Medina, a mi juicio de manera correcta aunque talvez tardía, recurrió al diálogo abierto que es uno de los métodos más efectivos para conocer lo que piensan los sectores que forman opinión pública con respecto a los temas de interés nacional. Me refiero a la reunión que sostuvo con representantes de los medios de comunicación del país, luego de lo cual dejó sin efecto las medidas adoptadas mediante Decreto con relación a Bahía de las Águilas, aunque soy de los que piensa que ya había reflexionado al respecto.
Contrario a lo que algunos pudieran entender como error o derrota del presidente, al dejar sin efecto por el momento las medidas adoptadas luego de escuchar sectores importantes, creo que sucedió todo lo contrario, que se anotó un punto a favor, ya que dio demostración de que un ciudadano responsable, sin importar que sea presidente, puede enmendar, corregir, modificar cualquier propuesta o decisión si se percata de que existían razones para ello.
Se supone que los presidentes, los políticos y los líderes cuentan con expertos en casi todas las áreas, pero lamentablemente no saben a ciencia cierta hasta qué punto pudieran dichos asesores conocer a fondo todos los detalles, y mucho menos si alguno de ellos pudiera tener lazos umbilicales que los induzca a realizar tal o cual recomendación.
Y aunque sé que hay líderes y presidentes a quienes no les gusta que les hagan recomendaciones, sugerencias o aconsejen, como me siento libre, además de que se trata del país, me atrevo a recomendarle a Danilo Medina en su condición de jefe del Estado, que cada vez que vaya a tomar una medida de trascendental importancia como la de Bahía de las Águilas, antes de dictar decretos o enviar leyes, convoque los sectores interesados, a los medios de comunicación y si es necesario que le hable al país directamente. Que se comunique con la gente. Que escuche el parecer de quienes pudieran tener algún interés en su realización o en su contra. Que haga públicas las intenciones del gobierno.
Aplicar estas sugerencias encajaría perfectamente con lo que ha expresado en reiteradas ocasiones de que no tiene más compromiso que con el país. Eso le permitiría airear los proyectos, que surjan las opiniones a favor o en contra, incluyendo posibles intereses, para que luego de un tiempo prudente de debates pueda adoptar las medidas que considere necesarias.
Así hace la iglesia cuando se va a producir un matrimonio, que pregunta a los asistentes si alguien se opone antes de realizar el sacramento; o sea, remediar antes que lamentar después.
De esa manera el presidente tendría muchos aliados naturales que le expondrían cualquier aspecto que no fuera de su conocimiento, ya porque sus tareas no se lo permitan, porque los asesores lo desconocieran o porque sectores influyentes se lo ocultaran. Además, en una democracia civilizada, todo lo que se considera de interés público debería ser conocimiento general.