Pocas veces al distinguir los dominicanos ilustres con la más alta condecoración  de la República,  se ha actuado con mayor espíritu de justez que en el caso de Freddy Beras Goico. Freddy ha sido por muchas décadas uno de los dominicanos que más ha incidido en la conciencia nacional.  Trabajador incansable, creador exitoso de múltiples producciones televisivas, Freddy en su profesión de humorista y productor ha sabido llevar alegría a  los hogares dominicanos y extranjeros, pero también   ha sabido educar y defender al país en tiempos buenos y adversos. 

Freddy, como todos sus hermanos, fue criado en un hogar austero, rodeado de carencias pero honorable proveniente de una distinguida familia de Santa Cruz del Seibo. Lo conozco desde hace muchos años, desde aquella época en que ambos deambulábamos por la ciudad intramuros en busca de traviesas aventura juveniles.  Ya de adultos, compartí con él los agradables momentos de tertulia musical, cuado la merecida fama todavía no había tocado las puertas de este extraordinario dominicano.

Cuando un periódico nativo lo califica de símbolo de la Patria, no se exagera, porque esto precisamente ha sido Freddy Beras Goico, un símbolo viviente que ha perdurado y perdurará más allá de su propia existencia.  Ciudadano ejemplar, padre y esposo singular, la personalidad de Freddy, traspasa el entorno de la que él ha hecho su profesión, para adentrarse en la meritoria actividad de ayudar y socorrer a sus conciudadanos más necesitados. Su fundación, calladamente, presta innumerables servicios de asistencia social y a través de ella han podido recobrar la salud incontables ciudadanos carentes de recursos.

Freddy lucía orgulloso de portar en su pecho la presea de los Padres de la Patria, y no era para menos; con ello no sólo se reconocía a unos de los dominicanos más íntegros de las generaciones presentes, se honraba con ello a toda la República, que ha sabido acoger con beneplácito a éste su distinguido hijo.

Freddy, te felicito y me enorgullezco de ser tu amigo.