Una mirada distinta sobre la guerrilla de 1J4

Una mirada distinta sobre la guerrilla de 1J4

El análisis sobre los resultados de la guerrilla de 1963 suele concentrarse en los errores de “La Infraestructura” sin hacerse alusión a la asimetría estructural que los guerrilleros del 1J4 enfrentaron contra sus fuerzas enemigas. Desde esta perspectiva, se suele explotar las intrigas internas, resaltando las debilidades organizativas, omitiendo generalmente toda la superioridad estratégica, táctica, tecnológica y financiera con la que contó el aparato represivo estatal, cuya estructura jerárquica se encontraba bien cohesionada como herencia de la dictadura trujillista. Es sabido que, desde antes de 1959, el país poseía uno de los ejércitos más experimentados de la región, especializado en vigilancia y una fuerza aérea capacitada para bombardear masivamente sus objetivos militares con diferentes tipos de aviones que se utilizaron durante las expediciones de la raza inmortal.

Ambas instituciones castrenses fueron ampliamente respaldadas por la CIA después de la muerte del tirano, a través de sus programas de entrenamiento militar y especialmente por un masivo abastecimiento de armamento (ligero y de grueso calibre) así como de equipamiento convencional (vehículos militares, helicópteros, camiones tácticos, etc.), lo cual les les garantizó un control absoluto del territorio nacional sustentado en un eficaz sistema de comunicaciones y en la conformación de un comando unificado con capacidad de desplazamiento y refuerzo interregional que tenía como base de operaciones a Santiago y San Isidro. Es importante tener presente que antes de que el presidente Kennedy iniciara su mandato en enero de 1961, el líder soviético Nikita Jrushchov, pronunció un discurso en el que manifestó su deseo de apoyar más firmemente las «guerras de liberación nacional que comenzaron como levantamientos de los colonizados contra sus opresores y se convirtieron en guerras de guerrillas».

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Para ese entonces, había tres escenarios principales de guerra irregular que preocupaban a los norteamericanos: Cuba, Laos y el Congo, los cuales tenían como ejes transversales la descolonización, el socialismo y la lucha guerrillera. Esta situación condujo a una reflexión doctrinal que culminó en la formulación del concepto de “contrainsurgencia”, terminología empleada frecuentemente por José Antonio Moquete Cappel, guerrillero catorcista del frente sur. Ciertamente, la cuestión no fue solo de tipo teórico, ya que en la práctica esta concepción trajo consigo la creación de un departamento de «contrainsurgencia», que comenzó a operar junto con los de «guerra no convencional» (guerra de guerrillas) y «guerra psicológica». A partir de las informaciones que se disponen, sabemos que este departamento organizó “el entrenamiento de más de 1,200 oficiales de la fuerza regular (norteamericana) sólo en 1962”.

Más allá, el enfoque integral de lucha antisubversiva introducido por la administración Kennedy implicó la alternancia de acciones represivas de carácter militar o de seguridad con medidas más constructivas de carácter político, económico o social, tal como se contiene con mucha profundidad y detalle en las obras del periodista Esteban Rosario. Siguiendo ese esquema fue que se creó en 1961 la Agencia Internacional para el Desarrollo, mejor conocida por sus siglas como AID que impulsó, entre otras iniciativas la Alianza para el Progreso y el Cuerpo de Paz, las cuales operaron inmediatamente en nuestra sociedad y en el resto de los países de América Latina, arrastrando entre 1961 y 1963 más de 7 golpes de Estado, véase: El Salvador, Argentina, Perú, Guatemala, Ecuador, República Dominicana y Honduras.

A partir del establecimiento de canales encubiertos, la AID pudo financiar operaciones antiguerrilla en continuidad con el programa de asistencia policial que se inició durante la administración de Eisenhower, por medio del cual se apoyó y entrenó “a las fuerzas armadas y policiales locales en contrainsurgencia”. En ese orden, es conocido que bajo la dirección de Byron Engle, el programa de asistencia policial se convirtió “en la principal herramienta de difusión de los métodos de represión política y contra subversión en los Estados del Tercer Mundo”. En el libro de Esteban Rosario La CIA en la República Dominicana se consigna que para 1963 el monto de la asistencia policial de EE. UU. en República Dominicana fue de USD$ 400,000 mientras que para 1964 fue solo de USD$ 60,000 y en 1965 de USD$ 97,000, lo que nos sitúa en la guerra silenciosa que la CIA le había declarado al 1J4 y su líder Manolo Tavárez.

Por esta vía, los servicios de seguridad comenzaron a dar seguimiento a los catorcistas en sus desplazamientos hacia las zonas rurales. También avanzaron hacia la infiltración de agentes en diferentes instancias del movimiento y el territorio nacional, constituyendo toda una red de informantes que desempeñaron un papel decisivo en impedir la maduración de la guerra irregular. Es importante subrayar que en las páginas del primer manual de contrainsurgencia producido por el ejército estadounidense durante este período crucial titulado FM 31-15, Operaciones contra las Fuerzas Irregulares, publicado en mayo de 1961, se ofrecen sustanciosos elementos explicativos que nos permiten comprender la actuación del ejército dominicano contra el 1J4 en lo concerniente al uso sistemático del terror como arma de disuasión (bombardeos, ejecuciones sumarias, represalias en comunidades campesinas) y particularmente en la aplicación disciplinada de sus estrategias (aislamiento, guerra psicológica, etc.).

La suma de todos estos factores hizo imposible que los frentes guerrilleros y particularmente el Frente Urbano tuvieran siquiera el tiempo suficiente para establecerse a los fines de que la guerrilla pudiera organizarse y desarrollarse. Tenga en cuenta que, en términos generales, según Esteban Rosario, los Estados Unidos invirtieron más recursos en el país en la etapa previa que durante y después de la invasión, véase: 9.7 millones USD entre 1960–1964 vs. 8.5 millones USD entre 1965-1968. Por tanto, debe quedar claro que la derrota militar del 1J4 no fue tanto un fracaso guerrillero, sino fundamentalmente una victoria del aparato contrainsurgente del Estado y de la injerencia estadounidense que contaba con una muy desigual correlación de fuerzas y recursos sobre el terreno, labrada con mucha anticipación por sus organismos de inteligencia.

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