Una muestra  cargada de signos, escrituras, esplendor y refinamiento

Una muestra  cargada de signos, escrituras, esplendor y refinamiento

Una impresionante representación del arte contemporáneo Qatari -siendo la primera que llega a Santo Domingo-,  se despliega majestuosamente en los espacios de la cúpula de la Galería Nacional de Bellas Artes. A través de 10 expositores, se nos permite apreciar una muestra del arte actual de uno de los países árabes con mayor desarrollo, con una política de educación y cultura particularmente activa y abierta.

Cuando afirman que las artes plásticas del Qatar corresponden a “un oriente moderno, cosmopolita y lleno de nuevos talentos”, la esperada exposición “Punto de Encuentro” es la mensajera de ese caudal creativo en contínuo avance y simultáneamente testimonio de identidad cultural. La dinámica y joven producción qatari en las artes visuales se va proyectando y ganando reputación en la escena internacional, por el mundo árabe naturalmente pero también por América, Europa y Asia. Doha, la capital, está en pleno florecimiento artístico de instituciones y eventos, con dos museos ya renombrados-el Museo Islámico y el Museo de Arte Moderno o Mathaf-, con un importante Centro de Artes Visuales de donde procede esta exposición.

La Exposición.  El nombre de la exposición, “Punto de Encuentro”, muy bien escogido por el Centro qatari, tiene una múltiple significación. Es encuentro geográfico y cultural entre un país del Medio Oriente y uno del Caribe, con herencias ancestrales -patrimonio que los creadores qataris comunican de modo singular-, llevadas a expresiones de hoy, en un arte abierto.

 También se encuentran diferentes estilos, generaciones y personalidades, ya que, de hecho, esta gran colectiva reúne diez muestras individuales. Igualmente, a manera de denominadores comunes en la expresión plástica, observamos encuentros entre pintura, arquitectura y caligrafía, entre diferentes abstracciones, entre la línea y el ritmo. entre distintas materias -telas, papeles y collages-, entre forma, espacio y color… “Un lenguaje de diálogo muy profundo entre los pueblos”, “un diálogo cultural y artístico del cual se benefician todos”, escribe Amal Al Athem, que es a la vez artista expositora, co-organizadora y curadora  de arte. 

La escenografía de Fernando Ottenwalder, espectacular, construye una hermosa tienda de campaña, recordando a los pueblos del desierto, que él puso al servicio de la información sobre el Qatar, su historia, su cultura.

Un montaje perfecto distribuye a autores y obras, en el inmenso salón y las salas adyacentes, logrando colocar a cada uno en igual grado de importancia. La misma disposición invita a valorar el conjunto y las características personales que elaboran sus armonías estéticas en base al signo, la escritura y la espiritualidad. El contemplador, seducido y absorto, descubre así las raíces árabes y reconoce a movimientos del siglo XX: expresionismo lírico o abstracto, geometría sensible, hasta constructivismo e informalismo gestual. Ahora bien, nos impresionó la frecuencia de la caligrafía árabe, como elemento principal o integrado, de extraordinaria belleza.

  A diferencia de los occidentales donde, en los cuadros, las letras suelen intervenir como un juego, aquí la escritura tiene un aspecto ritual y deferente, forma parte de la disciplina y el rigor factural, que asegura “el equilibrio entre la enseñanza del pasado y la búsqueda de nuevos caminos” (Hassan Massoudy, calígrafo).

Artistas participantes.  Esperamos que, en próxima entrega, podremos dedicar a los artistas participantes, hombres y mujeres, el comentario que ameritan.

Aunque lógicamente hay diferencias de nivel o que, subjetivamente, uno nos gusta más que otro, no hay un solo artista u obra mediocre. La calidad general sorprende y agrada.

Amal Al-Athem, en su serie del “Viaje de la Mujer”, nos emociona entre sugerencias íntimas y gestos, ritmos y sutiles variaciones cromáticas.  Wadha Al-Salaiti, en sus impresiones digitales y un diseño impecable, se refiere a “aspectos del pasado”, actualizando la caligrafía.  Hissa Ahmed Kala presenta obras exquisitas, dominando increiblemente el collage, la composición y la intervención caligráfica.

Ahmad Al-Hamar es ya un maestro de concepto, espacio y geometría, investigando las huellas,  la oxidación, el entramado.

Muhamed Al-Atik, en su geometría a la vez sensible y estricta, nos sumerge en el pasado de los muros, sus marcas, sus cicatrices.

Souhad–al-Salem, la pintora más minimalista y cromática, dueña del “colour field”, deja subsistir el misterio de la rosa… y hasta su perfume.

 Mariam-al- Mousa, geométrica, lineal, espacial, invita a una lectura participante, en sus estructuras y colores impactantes. Rashed-al-Mohannadi es un magnífico fotógrafo; en sus imágenes, el cuerpo alcanza una admirable concentración plástica y espiritual.

Finalmente Ali Hassan y Yousef Ahmed son “maestros” ambos con una obra y una trayectoria profesional impresionantes.  Allí demuestra su virtuosidad en el proceso gráfico, agua fuerte y colografía, con una creatividad sígnica formidable.

Yousef, que ha venido por segunda vez a Santo Domingo, fascina a todos con sus papeles hechos a mano, su texturización, sus matices, su caligrafía casi ceremonial.

De Hafeth-Ali-Ali, conocido cineasta, el interesante documental sobre la historia del cine como espectáculo en Qatar, necesitaría subtítulo…   En síntesis, “Punto de Encuentro” es una verdadera exposición, oportunidad especial de mirar muy buen arte contemporáneo árabe y Qatari: requiere más de una visita, despaciosa y silente.

Zoom

Los actores de “Punto de Encuentro”

Gestor de la exposición: Su excelencia Saud Abulaziz Al Sowaidi, embajador del Estado de Qatar en Santo Domingo; auspicios y apoyos: honorable ministro de Cultura, Artes y Patrimonio del Qatar, doctor Hamad Bin Abdul Aziz Al Kuari; organización y curaduría: Centro de Artes Visuales de Doha, Amal Abdullah Al Athem –directora-, Dr. Mahamed Abou El Naga –coordinador-; organización, coordinación y presentación en Santo Domingo: Galería Nacional de Bellas Artes, con los auspicios del Ministerio de Cultura; montaje y escenografía: arquitecto Fernando Ottenwalder.

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