Una Nochevieja coqueta, con maletas y a lo loco

Una Nochevieja coqueta, con maletas y a lo loco

MIAMI, EEUU, (EFE).- Hombres disfrazados de viudas, cenas en el cementerio, gente paseando a medianoche con maletas… No, no se trata del guión de una película sino de algunos de los rituales con los que se recibe al nuevo año en el continente americano.

Una celebración, la fiesta de Fin de Año, llena de costumbres ligadas a la buena suerte y que, entre besos, bromas y brindis, se repiten cada 31 de diciembre. Son millones de latinoamericanos los que apuestan por las 12 uvas de la suerte, la costumbre más popular en la región, importada de España.

Al son de las 12 campanadas, que marcan el inicio de 2006, volverá a ser común la pelea por tragar sin ahogos, una a una, las ansiadas uvas.

Ahora bien, los que reniegan del «vino crudo» disponen de un estimable repertorio de «creencias» a mano. Viajar, no es que viajen muy lejos, pero peruanos, paraguayos, colombianos, chilenos y bolivianos, principalmente, no se despegan de la maleta.

Como señal de buena suerte, celebran la llegada del nuevo año con un paseo por la calle maleta en mano, vacía, claro, para que se llene de fortuna. Otro clásico de esa noche es la ropa interior: la lencería de colores vivos no falla.

Las «interioridades» de tono amarillo son de buen agüero entre centroamericanas, colombianas (reinan las seductoras pantaletas), peruanas, puertorriqueñas, chilenas, ecuatorianas, bolivianas y dominicanas para atraer la prosperidad.

Las argentinas, sin embargo, prefieren llevar una traviesa y sugerente braguita rosa.

Para «caldear» la noche, las mexicanas derivan en la cocina. No es que obvien los corsés, pero saben que es en los «romeritos» –mole, verduras, chiles y especias– y en los tamales donde mejor funciona lo picante.

Si su pareja es panameña no se sorprenda al descubrir que ella usa en Nochevieja ropa interior al revés. No es una extraña perversión, sino una antigua costumbre para recibir el año.

Las tendencias pirómanas tienen también su protagonismo. En Perú, Ecuador, Nicaragua, República Dominicana y Argentina, con el propósito de «limpiar» el hogar, se acostumbra quemar muebles, cartones, ropa vieja, pólvora y monigotes de papel.

El fuego tiene su contrapunto en la costumbre cubana y puertorriqueña de lanzar un cubo de agua a la calle, en señal de que arrojan fuera todo lo malo. Otro ritual chileno entra en inquietantes penumbras que enlazan con el cineasta Tim Burton y su «novia resucitada». En Iquique (norte) y Talca (centro-sur), las familias devoran la cena de Nochevieja en el cementerio, junto a las tumbas de los parientes.

El ambiente es festivo, con música y baile, y se bebe «cola de mono» –un combinado de café, leche, aguardiente, canela, clavo y azúcar–. Vamos, que si no acaban bailando sobre las tumbas es de milagro.

Quizá la tradición más pintoresca o poética sea la que celebran los brasileños que viven en la costa.

Impecablemente vestidas de blanco, las familias se acercan a la playa y depositan una ofrenda de farofa (harina de mandioca) y dendé (aceite) en la arena para Egúm y Exú, los mensajeros de los «oxirás» (dioses africanos).

Después, se adentran unos pasos en el mar y esperan el golpe de la séptima ola para soltar pétalos de rosas, mientras invocan sus deseos. Más rústica es la costumbre de los bolivianos para mejorar su posición social: subir escaleras empinadas a medianoche en fin de año.

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