Una nota gramaticosa

Una nota gramaticosa

El vocablo gramática procede de la voz griega “gramma” que significa letra. Llegó a la lengua española a través del latín. La primera gramática de una lengua romance fue la gramática de Antonio de Nebrija, redactada en 1492. Paradójicamente, un andaluz escribió las reglas del idioma de los castellanos. La gramática fue para los jóvenes griegos algo así como “el arte de bregar con letras”; en primer lugar, textos antiguos. Las tradiciones y mitos griegos podían ser transmitidos dramáticamente mediante los hermosos poemas homéricos. En el siglo IV antes de Cristo la vieja lengua de Homero estaba muerta. Había que “aprenderla”; se había convertido en un saber de arqueólogos. Se enseñaba, por supuesto, a la fuerza.

El humanista Antonio de Nebrija nació en 1441, en Lebrija, un municipio de Sevilla. En el año 2008 Lebrija tenía 26,000 habitantes. Imagine el lector cuántos vecinos pudo tener ese poblado en el siglo quince. Hoy se considera a Sevilla la ciudad capital de toda Andalucía, esto es, Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga. Los andaluces son una comunidad “histórica y humanal”, como habría dicho don Claudio Sánchez Albornoz, gran historiador de la España medieval. Una suerte de “nacionalidad” hispanoárabe. Cuando Nebrija redactó su gramática castellana fue objeto de burlas por parte de Juan de Valdés, el célebre erasmista español, autor de “Diálogo de la lengua”.

Juan de Valdés escribió que un tal Lebrija, un andaluz, había “presentado” una gramática de la lengua castellana. Le parecía el colmo del atrevimiento que un andaluz pretendiera enseñar a hablar y a escribir a la gente de Castilla. Los andaluces de hoy hablan, con todo derecho y propiedad, el idioma castellano; que ahora llamamos español. La “vividura” propia del habla de los castellanos es como “el cuento de nunca acabar”. Logró “arropar” a moros y judíos y extenderse por “las nuevas tierras” de América.

Cuando Nebrija “presentó” su gramática a Isabel la Católica, la reina preguntó “para qué podría aprovechar tal libro”. Su confesor, el obispo de Ávila, fray Hernando de Talavera, contestó: “Después que Vuestra Alteza meta debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, con el vencimiento … por esta arte gramatical … deprenderán, como ágora nosotros, del latín”.

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