Una nueva España para la Unión Europea

Una nueva España para la Unión Europea

Con el ascenso al poder en España de José Luis Rodríguez Zapatero se abre una nueva etapa en las relaciones entre las naciones europeas, las cuales se habían desmejorado bastante a causa de la política exterior implementada por su antecesor en sus ocho años de gobierno y que trajo como principal consecuencia el rompimiento del consenso regional que se había mantenido intacto por un cuarto de siglo, cuyo último detonante lo constituyó su apoyo incondicional a la guerra de Irak.

Desde ya se prevé un mayor acercamiento entre la Madre Patria y otras potencias del viejo continente, especialmente con Francia y Alemania, no así con Gran Bretaña, ya que a pesar de la importancia que ésta representa para la región, a lo largo de la historia el Reino de Su Majestad Británica, si bien ha transitado paralelamente con sus hermanos no lo hace necesariamente unido a ellos, a excepción de la Segunda Guerra Mundial, cuando todos lucharon conjuntamente contra la Alemania nazi de Hitler. Además, España y Gran Bretaña no han superado una vieja disputa sobre el mantenimiento de una colonia británica en Gibraltar.

La formación de un eje Madrid-París-Berlín supone que el equilibrio del poder político mundial ahora se incline hacia el lado europeo, asestándole un golpe mortal a las aspiraciones de los Estados Unidos de tener una mayor influencia en Europa, apoyados por Inglaterra.

Una de las primeras acciones que promoverá dicho eje, si tomamos como punto de partida los lineamientos de política de exterior propuestos por el nuevo gobierno español y los puntos de vista de sus nuevos aliados, será la de trabajar para fortalecer la debilitada cohesión en el seno de la Unión Europea, lo que le garantizará asumir el liderazgo de la región para hacer frente a los grandes retos que tiene por delante, como por ejemplo, la ampliación geográfica y cuantitativa de la Unión que a su vez implica un cambio cualitativo -para el cual aún no están del todo preparado-, la aprobación de una Constitución europea, entre otros. Una vez restablecido el consenso regional europeo, los líderes de la UE, motorizados por esta «troika» mencionada anteriormente, se empeñarán en reforzar el multilateralismo de las Naciones Unidas como instrumento de prevención y solución de conflictos en el cual participarán con posiciones monolíticas y articuladas fruto de una concertación plena y continua.

Esto implica que los Estados Unidos reflexionen seriamente sobre su política internacional unilateral hacia oriente medio y el mundo árabe en general, así como hacia países como Corea del Norte y Cuba, ya que de lo contrario estarían expuestos a que la Unión Europea los derrote en los órganos multilaterales de toma de decisiones y los aísle aún más que en la pasada ocasión cuando buscaban apoyo para la guerra en Irak.

Si a esto le sumamos que los principales países de África cada día se sienten más identificados con la Unión Europea que con los Estados Unidos, entonces tenemos ante nuestros ojos la formación de un poderoso bloque que en un futuro pudiera contrarrestar de manera significativa la influencia mundial de la principal potencia política, económica y militar.

Una vez vencida la táctica de “divide y reina” aplicada por los Estados Unidos y superada dicha división por parte de la Unión Europea con el cambio de gobierno ocurrido en España, la única salida viable que tienen los Estados Unidos para mantener su hegemonía, a nuestro humilde entender, consiste en ampliar su influencia en países como China, Japón, el sudeste asiático y Latinoamérica, pues hasta los países de Europa Oriental a los cuales hoy están apoyando económicamente en gran escala, están destinados a integrarse con sus vecinos europeos en algún momento.

La orientación federal de Europa y la profundización del proyecto político europeo, que se impulsará ahora más que nunca con la llegada al poder de Rodríguez Zapatero y el PSOE, serán determinantes para el futuro del mundo globalizado en el que vivimos, en el cual la Unión Europea está llamada a jugar, al igual que los Estados Unidos, un papel de primer orden que contribuya al mantenimiento de la paz, la disminución de la pobreza, el desarrollo sostenible y el progreso económico y social de sus pueblos y de los países más necesitados.

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