Una nueva prueba para el consenso en Chile

Una nueva prueba para el consenso en Chile

Por Richard Lapper
Si las elecciones de Bolivia destacan la persistencia de la polarización política y el poder de las ideologías revolucionarias en la región, la contienda en el vecino Chile muestran que otra tendencia muy diferente y más promisoria también está presente. Veinte años después de surgir de las violentas batallas políticas de las décadas de 1970 y 1980, Chile se ha convertido en la economía de mayores éxitos de América Latina y su democracia más sólida.

Desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet en 1990, una coalición de centro-izquierda incluyendo demócrata-cristianos, socialistas y radicales ha ganado tres elecciones sucesivas. Esta alianza, conocida como Concertación, ha consolidado reformas orientadas al mercado que fueron introducidas en los años 80, y gradualmente abrieron el sistema político.

La sociedad chilena se ha vuelto más abierta y más liberal. Y cualquiera sea el que gane lo que es probable que se convierta en una segunda ronda de la elección presidencial duramente disputada el mes próximo -la señorita Michelle Bachelet de Concertación o el derechista Sebastián Piñera- estas tendencias parecen irreversibles.

«Estamos en presencia de la coalición más exitosa que América Latina haya conocido jamás», dice Genaro Arrigada, un político demócrata-cristiano que compara sus logros con los de los socialdemócratas de Alemania o Escandinavia en los años de 1960 y 1970, y en España en los 80. El éxito se ha fundamentado en un amplio consenso político que abarca la oposición de derecha. Tanto el mismo general Pinochet como la extrema izquierda, que alguna vez combatió en una campaña guerrillera en su contra, son fuerzas que se disipan.

Los de derecha que una vez hicieron demostraciones ruidosamente a favor del general Pinochet lo han abandonado, ahora que enfrenta acusaciones sobre violación de los derechos humanos y violación fiscal. El señor Piñera, el candidato derechista, tiene fuertes credenciales anti-Pinchet, por haberse opuesto a sus planes de mantenerse en el cargo en un plebiscito que se realizó en 1988.

El enfoque político de la doctora Bachelet encarna estos desafíos. Una médica practicante socialista cuyo padre, un militar, murió después de ser torturado cuando el golpe, sería la primera mujer elegida presidente en América del Sur, si logra la victoria. Antes de línea dura, en el gobierno como ministra de Salud y después de Defensa, se ha convertido en una socialdemócrata moderada.

Su campaña electoral, a la cual restó ideología, se ha modelado en la línea seguida en Gran Bretaña por Tony Blair, el primer ministro. «Estamos tratando de que ella hable en un lenguaje mucho más familiar que la mayoría de los políticos, con oraciones cortas y discursos breves», dijo un asesor de la señorita Bachelet.

En verdad, los políticos de Chile parecen estar a un mundo de distancia de aquellos que llevaron al radical Salvador Allende al poder en 1970. «Chile parece más un país europeo en lo relativo a los temas de elecciones. En Inglaterra, estamos debatiendo asuntos como la salud, la educación, el delito y el sistema de pensiones, y estos son los temas de aquí», dice Alan Angell, un historiador radicado en Oxford que se ha especializado en la política chilena desde los años de 1970. «Están debatiendo el mismo tipo de cosas que uno vería en un país desarrollado», convino Susan Segal, presidente del Consejo de las Américas, con sede en Nueva York. «Los candidatos hablan de temas sustanciales».

Entonces, ¿otros países del continente seguirán las líneas de Chile? La base, al menos -gobiernos democráticos- están ahí. Muchos latinoamericanos se sienten frustrados con los resultados de la democracia, pero todavía una mayoría la respalda, dice Latinobarómetro, un centro de análisis de Santiago que realiza encuestas en la región. Solo en países relativamente aislados, como Paraguay y Honduras, hay mucho respaldo a un retorno a un gobierno militar, algo que antes era un lugar común. La encuesta de Latinobarómetro concluye que la democracia está menos consolidada de lo que se había esperado hace una década, pero los resultados no garantizan «pronósticos catastróficos de que la gente elija regresar al autoritarismo».

Por otro lado, Chile es excepcional en dos maneras. Su fuerza institucional y el éxito económico se destacan. Investigaciones recientes del Banco Interamericano de Desarrollo* muestran que los jueces chilenos están entre los más independientes, el servicio civil del país entre los más eficientes y sus organizaciones no-gubernamentales las mejor establecidas. Uno o dos países se le acercan a Chile en algunas áreas. Por ejemplo, los burócratas de Brasil están bien organizados y se puede confiar en la imparcialidad de los jueces uruguayos. No obstante, ningún país tiene la misma fortaleza y profundidad en sus instituciones que Chile.

El éxito económico del país también es notable. Desde 1990, el crecimiento ha promediado más de 5% al año, con mucho, el mejor resultado en América Latina, y comparable con muchos países del este de Asia. La política económica ha sido más consistente, apartándose de la excesiva ortodoxia monetaria o fiscal, por una parte, y del populismo en la otra; los errores han debilitado los resultados en toda la región. Chile también ha sido ferozmente liberal en áreas como el comercio. «En general, Chile está en una etapa de desarrollo diferente», dice la señorita Segal.

Pero a pesar de toda su firmeza. Chile padece problemas que se encuentran en todas partes. La pobreza se ha reducido en más de la mitad en los últimos 15 años, pero las desigualdades sociales son agudas, y las oportunidades para los que están pero son pocas. El país sigue siendo socialmente conservador y esto todavía pudiera reflejarse en el resultado de las elecciones, cuando está por celebrarse una segunda ronda el mes próximo.

A pesar de que la doctora Bachelet sigue siendo la favorita, la carrera se está poniendo más cerrada. De acuerdo con Marta Lagos, una encuestadora que trabaja con Mori Chile, una de las razones es el peso del «machismo» en la sociedad chilena. Muchos chilenos, aún los de la izquierda, dice Lagos, no están listos todavía para elegir como presidente a una mujer y sus votos colaboraron con un fuerte resultado de los dos candidatos de derecha, que en conjunto superaron los votos de la doctora Bachelet. Históricamente, más hombres en Chile que mujeres tienden a votar por la izquierda. En la primer ronda, en contraste, la doctora Bachelet obtuvo más votos entre las mujeres y no le fue tan bien que los partidos de concertación en las elecciones paralelas para el congreso.

La señorita Lagos dice que la campaña de Bachelet no logró reconocer la labor necesaria para preparar a la población conservadora para aceptar el cambio. «Nuestra sociedad es muy tradicional. Las redes sociales son tremendamente importantes para que la gente avance. Alguien fuera de los círculos de poder tiene pocas posibilidades de penetrarlos».

(Versión: Iván Pérez Carrión)

Publicaciones Relacionadas

Más leídas