Una nueva visión de la UASD (3 de 3)

Una nueva visión de la UASD (3 de 3)

Jesus de la Rosa.

La velocidad de los cambios y de crecimiento constante en el dominio tecnológico internacional plantea a los países y naciones en vía de desarrollo el reto de abordar aquellas áreas del saber consideradas las más estratégicas para su futuro desarrollo y desempeño en la comunidad internacional. Por ello, los gobernantes de esos países insisten tanto en ampliar y consolidar los espacios de formación y solidificación de sus instituciones. Mientras que para los países desarrollados sus grandes desafíos parten de elevados niveles de progreso para la mayoría de su población, del alto dominio científico y tecnológico en casi todas las áreas del saber, de las grandes disponibilidades de recursos de capital, de una elevada educación y nivel cultural de la población, del contar con instituciones fortalecidas y con muchas experiencias en materia de negociación e intercambio internacional. Mientras todo esto ocurre, los países supuestamente en vía de desarrollo se ven obligados a realizar una serie de reestructuraciones y ajustes de sus respectivas economías poniendo en peligro su estabilidad política y los logros alcanzados en materia de bienestar para su pueblo. A pesar de los pesares, los países de la América española y el Caribe continúan realizando grandes esfuerzos y obteniendo unos que otros logros en materia de ciencia y tecnología en medio de las restricciones que la limitación de recursos les impone. ¿Cómo vincular todos esos esfuerzos con los desplegados por las instituciones de educación superior y con los de otras instancias comprometidas con el progreso y crecimiento de nuestras naciones? Esforzándonos más en ampliar y agilizar la cooperación entre países de manera especial en lo referente a la materialización de proyectos que tiendan a resultados concretos. Como bien lo expresara la investigadora de la Universidad de Sussex, Inglaterra, Carlota Pérez en la moción que presentara en la Reunión Internacional de Reflexión sobre Nuevos Roles de la Educación Superior a Nivel Mundial, celebrada en Caracas, Venezuela, en septiembre de 1991: “De las múltiples y complejas funciones que tienen que cumplir las universidades en los países en desarrollo hay algunas que, en ciertos periodos y dadas ciertas circunstancias, se destacan como precondición para que sea posible llevar a cabo las demás”. En tiempos de opresión colonial, la universidad estaba llamada a ser un efectivo refugio de la identidad nacional y cultural. Hoy, cuando en muchos lugares se emprenden grandes esfuerzos de industrialización, el profesionalizar a una porción creciente de la población es crucial para abrir el camino de la movilidad social y dotar a los países de recursos humanos suficientes para manejar el proceso de crecimiento. Los tiempos en que vivimos exigen de las instituciones de educación superior un enorme esfuerzo de auto transformación para poder ocuparse de manera intensiva de la preparación, reeducación y formación continua de los recursos humanos requeridos de los procesos de reestructuración económica de cada país.
El debate actual sobre la educación superior se centra en la contribución que esta puede hacer a la modernidad, plasmada en un proyecto de sociedad comprometida con el desarrollo humano sustentable. Pero, mientras en la década de 1970 nadie dudaba del papel clave de la educación superior en los esfuerzos conducentes al desarrollo, hoy día, lamentablemente, no es así; en la actualidad existe toda una escuela del pensamiento, sustentada incluso por algunos que otros organismos internacionales, que pone en tela de juicio la eficacia de la educación superior, cuestionan su rendimiento económico y social, y la prioridad de las inversiones destinadas a ellas. Afortunadamente somos más los que pensamos que la universidad es uno de los más encarecidos medios con que cuenta un país para promover su desarrollo, y fortalecer su identidad nacional.

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