MILLIZEN URIBE
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Una cena romántica, sin velas, no es una cena romántica. Incorpore algunas en su decoración para crear ese ambiente especial que presagia una velada única o para celebrar esa ocasión importante.
Y es que esa iluminación perfecta, que no es ni muy directa, ni muy indirecta, y que emana romance por todos lados, sólo puede conseguirse con las velas.
Sin embargo, estas no pueden colocarse directamente sobre la mesa y de aquí viene la utilidad de los candelabros, los cuales hoy por hoy constituyen importantes piezas decorativas que complementan los ambientes.
Su historia. El uso de los candelabros se inicia en las iglesias o monasterios católicos. Éstos utilizaban una forma de cruz, en cada extremo de la cual se colocaban velas. Su objetivo primordial era iluminar los espacios principales.
Pero a mediados del siglo IX adquieren doble función: además de iluminar, empiezan a ser concebidos como piezas decorativas, aunque estos nuevos diseños sólo eran utilizados por personas adineradas.
Los candelabros van evolucionando, y ya entrado el siglo XVIII, se le suman más brazos, más largos que los originales y muchos de ellos son en formas curvas. Todavía eran vistos como símbolo de ostentación, ya que los reyes y la burguesía los adquirían para demostrar su estatus económico.
Posteriormente los candelabros fueron incorporando cristales en sus estructuras, como una forma de embellecerlos aún más.
La variedad. Una de las características que exhiben los candelabros hoy día es su diversidad. Los hay de madera, metal, cristales o combinados.
Esta variedad fue surgiendo en el tiempo como parte de una evolución que dependió de las necesidades de la época histórica que se vivía. Su variedad, garantiza que todos los gustos sean complacidos y que escoja el más adecuado para su ambiente.