Una operación inevitable

Una operación inevitable

Que Miguel Vargas, en su momento, fuese elegido candidato presidencial del PRD y que formalmente siga ostentando la presidencia de ese partido, a pesar de su ominosa conducta durante el pasado electoral, constituye una afrenta para esa colectividad y para todo el país. Y no sólo eso, es un lastimoso síntoma de enfermedad de esta sociedad, que da cuenta de nuestra perniciosa laxitud ética y moral ante importantes hechos políticos y sociales.

Que haya sido candidato presidencial es de absoluta responsabilidad de la mayoría de dirigentes de ese partido que hoy le adversan, principalmente de Hipólito Mejía; que hoy siga siendo presidente formal de esa organización es de absoluta responsabilidad del pequeñísimo grupito que tiene en su entorno, en cierta medida del grupo que una vez estuvo con él y que  hoy le adversa, y en última instancia del Tribunal Superior Electoral, integrado básicamente por militantes de la facción peledeísta que lidera Leonel Fernández, que lo reinstaló en ese cargo.

Su elección como candidato presidencial evidenció una falta de rigor político e ideológico de la mayoría de quienes lo prefirieron por encima de otras opciones, como la de Milagros Ortíz Bosch. Igualmente, evidenció hasta dónde ha llegado esa voluntad de cambiar la esencia de ese partido que impulsa una abigarrada coalición de dirigentes partidarios y variopintos tránsfugas intra y extra partidarios.

Sin embargo, soslayando las circunstancias arriba señaladas, de representar una exigua minoría en todas las instancias partidarias y en medio de la crisis que sacude esa agrupación, anuncia sus aspiraciones  a la candidatura presidencial del PRD, para el 2016. Algunos pensarían que ese anuncio en este momento constituye otra demostración de torpeza política y una lerda provocación al sector mayoritario del partido; otros pensarían, con razón, que el anuncio forma parte de un proyecto político para esa fecha que no es sólo de Vargas.

En efecto, a nadie en su sano juicio le cabría en su cabeza pensar que el jefe de una facción partidaria, en extremo minoritaria, pueda obtener una candidatura presidencial en una situación de franco enfrentamiento con todas las estructuras organizativas  de un partido y con el rechazo furioso de sus bases. Por lo cual, una aventura de esa naturaleza no se concibe sin que se tenga como objetivo un desprendimiento partidario, con la participación de las manos visibles de sectores ajenos y tradicionalmente contrarios al PRD.

El adelanto de ese nuevo paso en la crisis de ese partido, además de la declaración de Vargas de que seguirá siendo presidente formal del PRD hasta el 2014, evidencia que esa crisis difícilmente pueda ser superada en marco de negociaciones, porque con esos actos él está reiterando una posición de imposición de sus puntos de vista ya evidenciada en otros momentos. También que no le interesa ningún acuerdo con sus adversarios porque de hacerlo desataría los nudos del proyecto suyo y de sus socios.

La cohabitación entre él y el resto de las tendencias y personalidades que le adversan, como pretenden algunos, es prácticamente inviable. Por lo que sólo queda un claro desprendimiento del cáncer que corroe las entrañas de ese partido, sin que se sepa cómo se hará esa inevitable intervención mayor.

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