Una opinión personal

Una opinión personal

Hay opiniones que son grupales; por ejemplo: las que difunden los obispos cuando firman una Carta Pastoral; los comunicados de las organizaciones sindicales y partidos políticos. Los editoriales de diarios son opiniones de los grupos propietarios de cada periódico. Se ha dicho que los salmos de David tal vez hayan sido los primeros editoriales. Expresaban también opiniones “de grupo” y, a la vez, eran poemas-cánticos. Las opiniones “personales”, según parece, tienen menos fuerza, pues son de carácter “solitario” o individual. Sin embargo, a veces, estas opiniones solitarias, cuando están bien fundadas, alcanzan gran poder persuasivo, aun en el caso de que comiencen por decir: “en mi humilde opinión”.

La humildad consiste en creer que, en últimas cuentas, podríamos estar equivocados, puesto que la vida humana suele ser compleja y no revela enseguida todos sus aspectos; la humildad estriba también en considerar que nuestras opiniones no son las únicas. Existen muchas otras, con el mismo “derecho a circular” que aquellas que sostenemos como verdades. Así sea solamente por razones democráticas, por respeto a las libertades públicas, debemos contar con las opiniones ajenas. Nuestras opiniones, desde luego, nos parecerán mejores porque son nuestras, porque las tenemos metidas entre ceja y ceja desde hace mucho tiempo. Pero lo mejor de todo es que no podemos imponerlas a la fuerza.
La opinión personal es de una sola persona, por tanto, esa persona no podrá obligar a un ejército a que acepte sus puntos de vista. Deberá limitarse a exponer su opinión, de boca o por escrito, “exagerando” lo menos posible. En cambio, un ejército si puede “reducir” a una persona, doblegarla para que admita una ordenanza, un criterio colectivo, aunque sea arbitrario o injusto. Desde los puntos de mira de periodistas y filósofos, es irrelevante tener una opinión sobre las opiniones.
Es obvio que las minorías están indefensas frente a las mayorías. No obstante, es frecuente que una opinión -científica o social-, propuesta por “un solitario”, sea desechada, burlada, no tomada en cuenta por las mayorías dominantes y, a pesar de ello, termine imponiéndose lentamente, por efecto del poder seductor de la idea misma; o por la forma en que ha sido presentada. Algunas opiniones personales “se cuelan” misteriosamente.

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