La influencia social de una determinada estructura política no está supeditada a su participación en la administración pública, sino más bien a las posiciones que asuma producto de su identificación con los intereses de la mayoría de los ciudadanos cuyo favor electoral pretenden alcanzar.
Nuestra historia reciente muestra varias figuras que gravitando en el escenario político dominicano y sin tener posiciones en el tren gubernamental, durante décadas sus posiciones marcaron la carta de ruta de la agenda nacional.
Tal es el caso del profesor Juan Bosch, para quien estar fuera del gobierno desde el año 1963 no fue impedimento para influenciar la sociedad de manera más intensa que los mismos gobernantes de turno.
En este grupo de figuras políticas que sin estar en la conducción del Estado han sido protagonistas inocultables de nuestra historia reciente, debe estar el doctor José Francisco Peña Gómez.
Luchador incansable y aunque la vida no le permitió alcanzar la primera magistratura de la nación, su influencia política aún es utilizada a través de quienes ven hasta en sus fotografías un anzuelo electoral capaz de atraer las masas que escucharan al fenecido líder del PRD.
Ambos líderes políticos, físicamente ausentes del mundo, compartían cualidades excepcionales, propias de los prohombres que se le escapan a la Providencia para dejar a los simples mortales enseñanzas que le sobrevivan en el tiempo.
Sus planteamientos eran contundentes, propositivos, sustentados de forma auditable, pero sobretodo tan acertados que venían a ser parte de la agenda nacional.
En cambio, la filípica actual de la oposición se ha reducido a un circo de griteríos vacíos, huecos, superficiales, carentes de planteamientos novedosos capaces de cautivar al electorado, pues se ha concentrado en una agenda que dista millas de los intereses reales de la población, mientras tiran de lado puntos que de ser abordados con profundidad, agregarían valor a su campaña.