Una oración por Chile

Una oración por Chile

Por Chile, por sus hijos, tenemos que rezar. Porque elevar el pensamiento a Dios en estos momentos es como hacerlo por nosotros. Además, no podemos volcarnos hacia ellos con el ímpetu que se hizo hacia Haití. Por supuesto, existen las excusas geográficas. A los chilenos los tenemos a siete mil kilómetros de distancia en línea recta. Los haitianos están a un promedio de doscientos cincuenta kilómetros de Santo Domingo. Podemos esgrimir, además, el agotamiento derivado de la tarea emprendida en el vecino país isleño.

Todos nos encontramos en zona sísmica. Los hermanos chilenos, sin embargo, son sacudidos con harta frecuencia por las capas tectónicas de la Tierra. Las experiencias son base de los aprendizajes. Por eso las diferencias que alientan una oración a Dios en vez de estar cargando aviones, barcos y camiones para emprender la ruta hacia Chile. Por supuesto, además de los ruegos al Creador, no deben faltar los mensajes de solidaridad de personas particulares y Gobierno.

Y las comprometidas emociones y tal vez el dolor por cuantas familias tienen raíces en las dos naciones. No hemos de olvidar que buen número de dominicanos cargó con muchas chilenas so pretexto de los estudios, años ha. Las vistas servidas por las empresas internacionales de televisión mostraron pocos derrumbes respecto de los contemplados en Haití. Allí, en los lugares en donde se produjeron, se afirma que las construcciones eran de adobe.

Si bien es recurso milenario, resiste menos a las sacudidas telúricas que el hormigón armado y aún que la también secular sillería. Chile, sin embargo, no salió indemne pese a sus históricas experiencias en los lugares en donde se construye con hormigón resistente a los terremotos.

Una que otra de las vistas ofrecidas en las transmisiones satelitales, mostraron edificios afectados en la capital. Fue observada una torre en Santiago, en que se veían tres pisos caídos.

La torre, empero, se mantuvo, descontado este derrumbe parcial, incólume. No lo dijeron los locutores de las empresas internacionales de televisión que ofrecieron el servicio, pero sin duda que no hubo muertes en esa torre.

Los tres pisos derrumbados no cayeron uno sobre otro, sino que permanecieron con bastante espacio entre ellos. Todo el resto de la estructura, además, quedó enhiesta, como prenda de su indudable fortaleza.

Los fallecidos a causa del terremoto chileno son, apenas, el uno por cierto de los muertos en Haití. Pero hemos de rezar por ese uno por ciento, tanto como por los más de doscientos mil haitianos. Son seres humanos arrancados de la vida terrenal con inesperado espanto.

Hay algo más. Pues Dios nos ha dispensado, hasta el momento, trato de hijos predilectos. Y por eso hemos de mostrarle agradecimiento. No nos envanezcamos por ello. Es posible que nos haya perdonado de estas sacudidas a sabiendas de que, en cambio, nos proveyó de políticos corrompidos. Ellos han conducido gobiernos que no hacen honor a las leyes eternas del Señor. Éstas, base del ordenamiento universal que admiramos, debían conducirnos por caminos de justicia social hacia el bien común. Los tales políticos lo impiden. 

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