Una pacto social para superar el desastre económico

Una pacto social para superar el desastre económico

Por Arturo Martínez M.
El Presidente Fernández y el PLD nunca han presentado a la Nación un programa propio para enfrentar la pobreza, la desigualdad social, la inseguridad ciudadana, la fuga de capitales, para en el mediano plazo aumentar el ingreso percápita de los dominicanos; no se ha escuchado que hayan defendido y tenido como norte lograr inversiones productivas para la creación de productos con valor agregado y empleos remunerativos, se han entretenido con lo de la estabilidad macroeconómica, como si se tratara de un objetivo y no de una condición que se alcanza casi de manera automática después de la tormenta.

Nadie ha oído hablar al Presidente Fernández, y a su gobierno, de una estrategia para que retornen los capitales fugados de dominicanos, los que se fueron en el pasado y también los del presente gobierno, para que sirvan de apoyo a un programa de desarrollo, con el fin de que los que viven en la extrema pobreza, con menos de 1 dólar al día, y los que se desenvuelven en la pobreza propiamente dicha, los que diariamente gastan menos de 2 dólares, ambos según los parámetros internacionales, puedan esperanzarse de una mejor vida en el mediano plazo. Todo lo que hace el gobierno es fruto de la improvisación además de repetir que los Organismos Internacionales, principalmente el FMI, está conforme con las ejecutorias, como si eso en verdad fuera importante, como si le importara al dominicano de  calle.

 Pero sin presentar alternativa, el gobierno nunca creyó en la integración comercial con los Estados Unidos, la dilató hasta que no pudo más, enterró las zonas francas, y ahora la realidad que tenemos es que el mercado de las empresas dominicanas no se limita a 8 millones de personas, es mucho más grande y prometedor, hay que sumar las poblaciones de los Estados Unidos y de Centroamérica, sin embargo, el problema es que no tenemos qué exportar, y lo peor, el gobierno se muestra perdido, no sabe qué hacer para en el mediano plazo cambiar la situación, lograr que la economía exporte productos con valor agregado y crear empleos productivos, lo que hace es exactamente lo contrario. No voy a referirme a lo que todo el mundo ya conoce, me refiero a la existencia de una política monetaria que actúa en contra de la producción y la exportación de bienes y servicios al tiempo de incentivar las importaciones, prefiero citar el exceso de impuestos que debe pagarse en las etapas de instalación y operación de las empresas; no es verdad que ninguna inversión productiva importante vendrá a República Dominicana mientras se pague 29% de impuesto sobre los ingresos, y se engaña a los dominicanos cuando se dice que corporaciones como Microsoft, Oracle, Lotus, Intel, entre otras, de alta tecnología y que crean productos con alto valor agregado, como destino están mirando a República Dominicana. Esas corporaciones se instalan donde los impuestos son relativamente bajos, donde no se penaliza las inversiones, donde los gobiernos tienen claro que deben elevar la educación, donde hay garantía de permanencia de las reglas del juego, por eso se van a Chile, se instalan en Irlanda, pero que nadie se llame a engaño, nada tienen que buscar en República Dominicana, donde para comprar un tornillo hay que presentar una factura con un número de comprobante fiscal porque de lo contrario la autoridad fiscal, que anda con un cuchillo en la boca, lo ignora.

Los dominicanos vamos a progresar de verdad, a reducir la pobreza, a duplicar el ingreso percápita en ocho ó diez años, cuando dejemos de pensar en el FMI y en el Banco Mundial como guías de la política económica, cuando se tenga un gobierno que le dé verguenza depender de las directrices de técnicos de los Organismos Internacionales para elaborar un presupuesto de gastos, para que bendigan las inversiones y los gastos corrientes, para que sugieran cargas impositivas que financie exceso de gastos corrientes, para que aprueben subsidios. Un gobierno que, en lugar de entusiasmarse por el aumento del número de tarjetas emitidas de solidaridad para los pobres, más bien lo interprete como un fracaso de la política económica, cuando las inversiones improductivas se vean como monumento a la incompetencia y al despilfarro, como el caso del metro; cuando los capitalistas dominicanos dejen de invertir sólo en negocios seguros, como el comercio importador, en bienes raíces, y corran riesgos de verdad invirtiendo en sectores y productos claves para crear riquezas con valor agregado.

Con el desórden organizado que deja este gobierno no hay forma de que se pueda hablar de progreso, la economía está estancada, el empresario no tiene incentivos para invertir, se siente perseguido por la autoridad fiscal, el consumidor está agobiado con la cantidad de impuestos que debe pagar cada véz que compra algo; en vista del panorama el próximo gobierno no tendrá otro camino que amnistiar a los contribuyentes, porque no obstante los anuncios oficiales que hablan de aumentos en las recaudaciones, es tal la carga impositiva que pesa sobre los productos y servicios que no hay empresario ó profesional que pueda cumplirla a cabalidad, y el que diga lo contrario sencillamente está mintiendo. Será necesario dar el tiempo necesario para el que quiera se beneficie de la amnistía, en la seguridad de que el blanqueo multiplicará las actuales recaudaciones y el fisco se beneficiará con ingresos ascendentes; la medida deberá aprobarse pensando en que se convierta en incentivo para las inversiones productivas, para que los dominicanos que en el pasado fugaron capitales por un monto de US$3,500 millones, estamos hablando desde el 1993 y hasta el 2006, se sientan incentivados a repatriar una parte. En el período, la inversión extranjera directa acumulada en República Dominicana fue de US$10, 200 millones, y cuando se restan los capitales fugados, lo neto acumulado y que se invirtió en el país por parte de extranjeros fue de US$6,500 millones, un promedio de US$500 millones anuales, cifra muy baja considerando que las inversiones en América Latina en el 2000 era de 85 mil millones y de 40 mil millones de dólares en el 2004. En todos los gobiernos los dominicanos   fugan capitales, por ejemplo, en los primeros cuatro años del Dr. Leonel Fernández ascendió a US$1,350 millones, y de no haber sido por los US$3,500 millones de inversión extranjera por la venta de los activos de las empresas públicas, el balance neto hubiese sido negativo. Es decir, en el gobierno 1996-2000 el balance neto acumulado de la inversión extranjera fue de US$2,150 millones, un promedio anual de US$538 millones, cifra ridícula si se considera que en América Latina la inversión extranjera directa en el 2000 fue de US$85 mil millones. Para los economistas y profesionales que me leen los datos comentados provienen, por un lado, de la partida errores y omisiones de la balanza de pagos de República Dominicana, que con signos negativos se interpreta como salida de capitales no registrados fruto de la inestabilidad política y económica, los temores relativos a la evolución de la economía y las expectativas desfavorables sobre el tipo de cambio. Por el otro, la variación de activos internacionales del Banco Central, en el entendido de que una disminución implica salida de capitales. La suma de ambos es el balance neto de la inversión extranjera acumulada.

Hay una parte de capitales fugados con los que no se puede contar, fueron invertidos en Miami en el sector inmobiliario, así lo recoge publicaciones de ese Estado Norteamericano que hablan de que también capitales dominicanos  contribuyeron al fomento de la inversión; de menos de 10 mil apartamentos que en promedio se construían en ese Estado en la década de los noventa del pasado siglo, pasó a 60 mil apartamentos en los últimos años. Los que podrían repatriarse son los capitales depositados en cuentas de ahorros, a plazo y como inversión en títulos del gobierno norteamericano; para que retonen es necesario que las leyes impositivas sean menos draconianas, que el gobierno no hable mentiras, que invierta en educación para que los muchachos de los pobres y muy pobres tengan acceso al conocimiento. Como dije, que nadie se llame a engaño, el FMI, el Banco Mundial, ni Washington ni nadie, ayudará efectivamente a República Dominicana a reducir el número de pobres, a duplicar el ingreso percápita en 8 ó 10 añós, los dominicanos somos los que tenemos que despertar, y los politicos entender que es necesario producir una revolución mental, comenzado con ellos mismos.

Es necesario que se dejen atrás discusiones estériles para dedicarnos a producir un contracto social simple pero con contenido y que sea respetado por todos los sectores de la economía; nada se consigue cuando se invierte dinero y tiempo en seminarios sólo para conocer quién tiene razón, si los Organismos Internacionales y Washington cuando opinan que la inseguridad y la delincuencia es lo que ocasiona la pobreza, porque fugan capitales y reducen las inversiones de extranjeros, ó  los dominicanos que opinamos a la inversa, que la pobreza alimenta la delincuencia. La verdad es una, la pobreza arropa a los dominicanos, y cada años son más los que califican como pobres; se espera que surja un verdadero líder que propicie un gran acuerdo social con los trabajadores, los empresarios y los partidos políticos para, con relación al PIB, reducir el impuesto sobre la renta a 15%, el ITBIS a 10%, aplicado a todos los productos y servicios, y que otras cargas impositivas no pasen de 5%, al tiempo de reducir el gasto total del gobierno, incluyendo los intereses de la deuda y el pago del principal, a no más del 25%. Un líder que no se dedique a repetir lo que está hacienda el Dr. Fernández, agradar a los ricos, complacerlos en todo, un líder que conozca la necesidad que tiene el país de que los recursos públicos sean bien invertidos, que priorice la educación, comenzando en el 2008, la inversión no sea inferior al promedio de América Latina, y que en cuatro años República Dominicana se cuente entre los primeros tres. Sólo así se podría hablar de compartir el progreso, un líder que entienda que todos debemos estar en el barco o que todos nos hundimos al mismo tiempo cuando la marea suba, que descontinúe la práctica del Dr. Fernández de salvar un grupito. Un pacto social que prohiba la improvisación en el gasto público. Eso es lo que hace falta a partir del 2008.

Si queremos pasar de ser un pais lleno de pobres, dejar de llorar nuestra situación, a un país en el camino del desarrollo, una condición necesaria es el compromiso social, con metas específicas en cuanto al aumento del ingreso percápita y reducción del número de pobres. De esa manera se  controlan automáticamente los conflictos sociales que se ven venir, que se justifican por la falta de oportunidades para la mayoría de la población, será la forma de enfrentar el desastre económico que dejará el Presidente Fernández y el PLD cuando dejen el poder en el 2008. Para que retornen los capitales fugados, los que están disponibles en el exterior, la confianza será clave, y no es con discursos vacíos como se logrará, para la credibilidad es necesario incorporar a los empresarios al gran pacto social con los trabajadores y los partidos politicos. Es cierto que una buena parte de la culpa del subdesarrollo y la pobreza del país la tienen esos empresarios que fugaron capitales, que actuaron de manera egoista, que no confiaron en el país, que contemporizaron con los diferentes gobiernos para aprovecharse de sus errores, para sacar ventajas, que invirtieron para mantener una situación que les favorecía en lo personal, para el atraso y el estancamiento. Se necesita un líder que no mire para atrás pero que no repita los errores, que propicie el retorno de los capitales fugados, para lo que es necesario crear un verdadero clima de confianza, comenzando con el respeto a las reglas del juego, porque al país nada aportan capitales como los que incentivan las autoridades monetarias y el gobierno en la actualidad, de corto plazo, especulativos, que buscan ganancias en el menor tiempo posible. Los capitales que interesan son los que crean productos y servicios de alto valor agregado, los de permanencia en el tiempo, los que corren riesgos.

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