Una palabra en defensa del  pueblo

Una palabra en defensa del  pueblo

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN S.J.
Martha Lagos es una economista chilena fundadora de Latín barómetro una encuesta periódica, un “observatorio”, de opinión pública sobre actitudes y comportamientos políticos en América Latina. Bernardo Vega la trajo al país para que expusiera los resultados de su investigación sobre corrupción en diversos países latinoamericanos y para presentarla a quienes nos interesan las ciencias del Estado (Staatswissenchaften) o de la Sociedad (Sozialwissenschaften) una de las cuales, sólo una, es la economía (Vokswirtschaftslehre) como dicen los alemanes, ya que en el futuro también la República Dominicana será incorporada a los países encuestados.

En un artículo publicado en Foreign Affairs en español con el título que utilizo hoy aquí sólo que en plural – “de los pueblos” y no “del pueblo”- presenta Martha su interpretación sobre los datos estadísticos de la ingobernabilidad latina. Fiel discípula intelectual de Max Weber, quien enseñó unos años en Heidelberg universidad de la cual se doctoró ella, no se contenta con presentar los resultados cuantitativos de su “barómetro” sino busca darles sentido lógico. La tarea es importante porque innegablemente América Latina  presenta a nivel internacional indicadores penosos en el área  y porque  pareciera a veces que creemos que la investigación social tiene que ser “empírica”, o sea datos y correlaciones, sin proponer creativamente hipótesis que “expliquen” los comportamientos sociales observados.

Esta concepción cuantitativa de las encuestas políticas sugiere a quien las lee que los pueblos latinoamericanos somos “por naturaleza” peores que otros. El problema no es que seamos ingobernables sino que somos así de modo irremediable. Lagos intenta  explicaciones más concretas y profundas de estas  nuestras “ ventajas” relativas naturales. La lectura de su artículo, que mezcla admirablemente hipótesis y datos, puede ser enriquecida a nivel dominicano con algunos aportes de nuestros investigadores. Pienso en concreto en Juan Bosch, Carlos Estaban Deive y el P. Jorge Cela.

JUAN BOSCH

Entre los aportes significativos de Juan Bosch a la comprensión de la política dominicana hay dos que me parecen fundamentales: la “arritmia histórica” con su secuela de políticas monumentalitas de nuestros gobiernos y el mecanismo de ascenso social individual mediante la incorporación a los partidos políticos.

La “arritmia histórica” de la República Dominicana, o sea el atraso relativo del país que fuera cuna de la conquista ibérica en el continente, respecto a otros países de América Latina era evidente a quienes vivieron  y se criaron en el país hasta 1980 y tuvieron ocasión de vivir algún tiempo en el extranjero. Dice Bosch que el atraso era general: cultural, económico, social y político. Originada sin culpa propia, las despoblaciones y el aislamiento comercial y cultural  fueron impuestas desde Madrid, la vivencia de esta arritmia pesaba sobre el dominicano de dos maneras complementarias: se sentía inferior pero por lo mismo ansiaba recuperar rápidamente el ritmo perdido. Por esa razón pareciera que todos los Gobiernos desde Trujillo incluido aceleraban al máximo los sentimientos patrióticos mediante el uso intensivo de los símbolos emocionales  de patriotismo  (uniformes vistosos, estricta etiqueta, himno y bandera, paradas militares) y la construcción de imponentes obras públicas (palacio nacional, feria, universidad, edificios públicos en la Frontera, autopistas de concreto, aviación, marina  y ejército nacional,  Politécnico de San Cristóbal, etc.).

Una anécdota de Almoina refugiado español y por un tiempo hombre de su confianza explica el ansia del Jefe. Como respuesta a su elogio de los entonces magníficos edificios de la Universidad de Santo Domingo respondió: “lo importante no son los edificios sino que el pueblo dominicano se acostumbre a pensar en millones y no en pesos”.

La enorme concentración del gasto público en construcciones y no en “gastos corrientes” que caracteriza al Estado Dominicano hasta nuestros días y que resulta tan anómala y hasta sospechosa de preferentismo partidista sólo parece “razonable” en el contexto de la arritmia histórica.

Hoy, superado en buena parte el complejo de inferioridad dominicano, creemos saber que la mejor posibilidad de superar la ingobernabilidad y la pobreza, la educación que cada año se hace más exigente en un mundo globalizado y tecnificado, no recibió la prioridad exigida y que las contratas y obras públicas son un mecanismo político eficaz para agrandar la brecha entre pobres y ricos y para incrementar la desconfianza mutua, caldo de cultivo de la ingobernabilidad. Nuestro problema fiscal no estriba en el exceso de gastos corrientes sino en la manipulación de contratas.

 La horrenda inobservancia de las leyes de carrera administrativa aprobada paradójicamente por la Suprema Corte vía interpretación del omnipresente articulo 55 de la Constitución y la simple lectura del Decreto-Puente que prohibe contratos e inversiones públicas sin licitación abierta y recurrible ante tribunales  pero sólo a partir de junio, cuando el monto supere seis millones de dólares y cuando no se trate de gastos de los programas sociales de la Presidencia, a pesar del compromiso del país con el FMI y con el CAFTA-RD para eliminar asignaciones grado a grado, muestran una penosa falta de apoyo al concepto básico del esfuerzo como medio de superación económica. En realidad el camino al éxito económico es el de contactos y para ellos, el de, segundo aporte de Bosch a nuestra polito logia, incorporarse a los partidos políticos como medio por excelencia de movilidad social.

En palabras de Martha Lagos: “se trata de un mercado laboral distinto del que daría como  resultado el respeto a la igualdad  de oportunidades, ya que no se basa en la recompensa por el esfuerzo de cada cual, sino que funciona por  medio de “filtros” de condiciones privilegiadas para grupos económicos  y sociales que por medio de poderes fácticos se convierten en las condiciones de las oportunidades”.

Las tesis de Bosch valen no sólo para los grandes  privilegiados del partido sea con altos empleos, sea con contratos,  sino para el “pueblo” que necesita un chequecito para poder sobrevivir. Se plantea así el problema de cómo recuperar el esfuerzo como motor de promoción: a quién hay que reformar primero ¿al pueblo o a las instituciones?

 Este planteamiento puede llevar a un moralismo  barato que prioriza  en el tiempo una gran cruzada moral encaminada a reformar al pueblo, algo sociológicamente imposible si aceptamos que la cultura es la concretización ideal  de las experiencias cotidianas y que su “moralización” para ser durable exige un cambio de esas experiencias.

Con Lagos creo que son las instituciones las que tienen que producir pruebas tangibles para romper la desconfianza del pueblo lo que significa  que la gente experimente  que los Gobiernos  persiguen el bien común y que haya igualdad ante la ley. “Es “el trato por igual” el que los pueblos no perciben en las instituciones y  del cual exigen pruebas reales”. Obviamente ese trato igual presupone una motivación profunda de valores en las élites.

En otras palabras las reformas para la gobernabilidad hay que comenzarla en las élites  porque son ellas las que disfrutan y administran directa o indirectamente el poder estatal. Ellas tienen que comprender que las demandas que se exigen a los gobernantes no son superficiales sino que implican considerar a todas las personas independientemente del color o de la manera de hablar como iguales. Sólo cuando estas actitudes en las élites sean mayoritarias y normales podrá resolverse a fondo la crisis de gobernabilidad que nos afecta. Repito: el problema no está principalmente en los “asóciales” ni en el “pueblo”, sino en las élites.

La pobreza material no explica por sí sola la ingobernabilidad. El problema de  está en la exclusión de los pobres  de la identidad, de la nación, de la ciudadanía, de la igualdad ante la ley. “La mayoría siente que la minoría que tiene el poder es esencialmente corrupta porque usa el poder para su propio beneficio y no para el de la mayoría… Consiguientemente en un país donde la masa nunca se había visto beneficiada por el Parlamento y el sistema judicial no siente que le estén quitando nada si éstos son clausurados o reestructurados. Esas instituciones que no servían al pueblo son irrelevantes para el pueblo”.

Por eso el 47% del pueblo en América Latina  estaría de acuerdo en traspasar el poder a las empresas privadas si éstas resolviesen sus problemas, el 50% no objeta que los militares tomen el poder “si pudieran resolver los problemas económicos y dar trabajo a todos” y el 36% aceptaría que un gobernante  pasase por encima de las leyes si con ello solucionara los problemas.

No es verdad que el problema de saber qué es lo primero que hay que reformar  si el pueblo o las élites se parece al del huevo y la gallina.  Primero son las élites.

Carlos Esteban Deive

Esta prioridad se hace más palpable cuando recordamos la exclusión histórica de los afro americanos de los bienes públicos. Hace unos 20 años Carlos Esteban Deive publicó un ilustrativo ensayo sobre su aporte cultural a la sociedad dominicana.

Nos recordó que los esclavos eran recogidos de diversas partes de África, que pertenecían a etnias diferentes, tenían religiones distintas y hablaban lenguas diversas. Su socialización primaria en nuestras tierras no resultó fácil y no pudo dar inicialmente una personalidad tan relativamente integrada  como la ibérica muy marcada por las guerras y cruzadas de la reconquista, extremadamente inclinada  a hazañas guerreras doradas por el manto de fanatismo religioso, y unilateralmente motivada por la “sacra  auri fama”, el hambre de oro.

El conquistador en las nuevas tierras libre de ataduras de la moral de presión de la península irrespetó al indio, especialmente a la mujer, y  al esclavo. El esclavo  bajo el dominio del blanco fue obligado a  someterse a éste rebajando su autoestima. El blanco no era su igual era su superior en todo: “mira que los blancos inventan”.

Las personas “de color” aunque fuesen libres enfrentaban una  situación de desigualdad legal (acceso a cargos públicos y  órdenes sagradas)  y de exclusión formal  de muchos bienes públicos de una sociedad regida por fueros, derechos  privilegiados  de nobles y clérigos.

Roberto Cassá al resaltar el carácter hatero de una sociedad exenta de presiones demográficas y de controles estatales permite una corrección social del afro americano que vivía  en similares condiciones económicas con el hatero  aunque en sumisión  patriarcal a éste.  Si Marx  hubiese escrito el Manifiesto en República Dominicana se hubiese ensañado develando el orden hatero.

Obviamente la ocupación haitiana no sólo trajo la supresión de la esclavitud sino dejó un legado de libertad política al negro que la usó ampliamente sobre todo desde la guerra de restauración.  Polanco, Luperón  y Lilís mostraron al  “blanco de la tierra”que su monopolio del poder estatal pertenecía al pasado. La integración social y económica del afro americano fue por supuesta más lenta porque  no era simple  fruto del valor guerrero exhibido en situaciones coyunturales no creadas por él.

La educación, la participación en el poder político y el mestizaje  contribuyen poderosamente a la inclusión social del negro pero hay barreras raciales no escritas que por lo menos la dificultan. La igualdad de todos los dominicanos ante la estimación social es un proceso aun inconcluso no sólo por la pobreza sino por la raza.

Su preocupación consistió no en reproducir una cultura africana sino en buscar una identidad que lo revalorizase sí mismo para enfrentarla a la del blanco como expresión de la rebeldía del pueblo dominado contra la élite dominante. La vida social de los dominados puede contener, aunque no necesariamente, una toma de conciencia de su situación y hasta el germen de su liberación;  no puede, en  cambio,  hacerlos ciudadanos satisfechos de una sociedad de la que son excluidos.

Jorge Cela

La excelente preparación académica y la convivencia durante 25 años  en los barrios de Santo Domingo han permitido a Cela captar y describir  la subcultura de la pobreza en su obra La otra cara de la pobreza. Se trata de una lectura obligada sobre la problemática profunda de lo que significa ser excluido de la sociedad urbana y ofrece además diagnósticos y sugerencias prácticas de políticas para su superación.

Para él la subcultura de la pobreza es típica de algunas personas (no todas) situadas en los niveles de pobreza extrema urbana. Su experiencia histórica las ha llevado a una visión del mundo acorde con los recursos que tienen que les permite construir su sobre vivencia en la ciudad. Las condiciones de existencia son la extrema precariedad y la exclusión del acceso a los bienes  materiales y espirituales de la ciudad. Aunque esta cultura les permite constituirse con cierta identidad colectiva tiende a producir una identidad vergonzante, insatisfecha consigo misma y poco capaz de asimilar las dos grandes fuerzas de la civilización moderna:  la tecnología y la actitud de dominio frente al mundo. Por esas dos carencias los excluidos tienden a reproducir su forma de vida en una sociedad que, aunque alienada, es dominadora.

Cela opina que esta situación no es necesaria y que es posible superarla aun antes de salir de la pobreza material. La incidencia de otros factores “como puede ser una experiencia institucional-organizativa significativa los han liberado de las secuelas culturales de la pobreza extrema”.

La extrema pobreza tiende a crear una experiencia institucional muy débil. Tanto su familia, como la escuela y el trabajo del barrio han sido de baja institucionalidad. En este ambiente los conflictos se resuelven por maña propia, por la fuerza o por el agache. Su relación es con personas (con igual, menor o mayor autoridad y poder) pero no con instituciones. La ausencia de experiencias institucionales fuertes  desarrolla actitudes de fidelidad, agresividad o resentimiento. Esta cultura hace difícil entender las complejidades de la institución y hace sentir que todo trámite burocrático va dirigido contra ellos. La misma sobre vivencia depende más de solidaridades espontáneas intensamente vividas que de cualquier tipo de institucionalidad. El pobre en su modalidad extrema excluye toda organización social que a su vez los excluyó.

Cela concluye que todos los intentos políticos por superar la pobreza tienen que incluir para ser exitosos: a)el elemento educativo; b) la participación de los grupos como sujetos activos del proceso: “Esta es nuestra conclusión fundamental. La forma de superar la cultura de la pobreza, y por tanto la reproducción de la pobreza extrema, pasa necesariamente por la constitución de sus portadores en sujetos a través de un proceso de participación. Esta tarea será imposible si se deja en las manos de profesionales de la manipulación  que viven del clientelismo y de la deificación de las masas”.

Conclusión

Achacar la ingobernabilidad o la corrupción al “pueblo” y esperar de campañas moralizantes  (de patriotismo, de dominicanidad en cuanto contra distinta del haitianismo, de moralidad in genere) su disminución parece sino como algo  inútil sí como carente de foco.

 La ingobernabilidad y la corrupción son responsabilidad primaria de las élites que no tratan a todos como iguales ni siquiera ante la ley. Por ellas hay que comenzar porque son en la historia el factor principal de exclusión social. 

La exclusión por parte del Estado se manifiesta en la poca oferta de servicios educativos de calidad y en considerar al pueblo como objeto no como coautor de políticas y además electoralmente comprable.

 La rebeldía de la población de color y de los barrios de pobreza extrema contra la gobernabilidad y el orden social en general y  su oportunismo para usar los partidos como instrumento de movilidad social son reacciones ante la pobreza material y la frustrante experiencia de institucionalidad pública y respuesta existencial a una historia de dominados que por.lo menos permite sobrevivir pero que en el fondo es avergonzante. ¿De quién es la culpa?

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