Una pantomima de Convención

Una pantomima de Convención

Generalmente no escribo de política ya que hace veinte años abandoné la misma, cuando siendo militante del Partido Revolucionario Independiente (PRI), fui el primer candidato a diputado por la provincia de Puerto Plata por esta organización en los comicios de 1990. No obstante tener el agravante de que el mismo había sido solo fundado unos meses atrás, estábamos conscientes de que en tan poco tiempo nuestras posibilidades eran muy escasas, por no decir imposibles.

Al haberse dividido el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en Boque Institucional (BIS) y Revolucionario Independiente (PRI), varios miembros le sugirieron al candidato nuestro, el licenciado Jacobo Majluta, que se opusiera al cambio de nombre de BIS a PRD, porque esas siglas estaban grabadas en las mentes de los militantes desde que ese partido regresó al país desde el exilio en 1962. Su líder de aquel entonces, el profesor Juan Bosch había obtenido la presidencia de la República en el 1963, para ser derrocado siete meses después. Por lo tanto, esas iniciales eran un símbolo muy difícil de erradicar de la población votante, por lo que era conveniente no permitirle al doctor José Francisco Peña Gómez la utilización de esas letras.

Perdimos las elecciones del 1990 y para las del 1994, al enfermarse gravemente nuestro candidato Majluta, desde su lecho de muerte en Miami nos solicitó al Comité Político del cual formábamos parte, que nos alíesenos al PRD, para tratar de llevar a Peña Gómez a la presidencia. La estrategia consistía en sesionar juntos los Comités Políticos del PRD y el PRI, para trazar una táctica que permitiera ganar las elecciones. Al fallecer nuestro líder Jacobo, acudí donde el doctor Peña Gómez a despedirme expresándole que abandonaba la política. Este me manifestó que no lo hiciera, que él de su mano me llevaría al Comité Político del PRD. Le agradecí ese generoso gesto, pero le indiqué que ya había tomado la decisión de alejarme para siempre de la política partidista, lo cual he mantenido hasta el presente.

En aquellas reuniones de ambos Comités Políticos había una armonía en la cual todos estábamos de acuerdo en poner nuestros máximos esfuerzos para ganar las elecciones. ¿Cuán diferente resultó esta Convención del domingo 20 de julio? Así como existen días aciagos en la historia, no solo del país sino también universal, este podría catalogarse como un “Domingo Negro”, por los hechos denigrantes entre partidarios de una misma agrupación, en donde no hubo lugar a la disidencia con un padrón totalmente restringido, en el cual a los connotados opositores del Presidente, que a toda costa y sin importarle las consecuencias, pretendía reelegirse, como al fin sucedió, a la gran mayoría se les impidió el sufragio. Sin embargo, esta acción bastarda, constituirá un blasón y una ignominia para este candidato que se ha erigido en “Propietario Absoluto del PRD”.

Bajo la consigna de representar la institucionalidad, se le restringieron los derechos de militantes perredeistas, bajo el alegato de que no se inscribieron a su debido tiempo en el patrón. Nada más absurdo, que militantes de toda la vida debían renovar sus votos de afiliados al partido. En consecuencia la Comisión Electoral impidió por medio de vigilantes privados y policías, que los mismos ejercieran el derecho al voto. ¡Ahí se armó la de Troya! Disparos innecesarios; participantes tirados por el suelo; y se le impidió a la prensa televisiva tomar vistas, así como la difusión radial de lo que acontecía, llegándose al extremo de confiscarle a los camarógrafos, las cintas de los sucesos que habían grabado.

El Tribunal Superior Electoral tendrá que decidir la validez o la nulidad de esta azarosa Convención. Opinamos que estas elecciones deberían considerarse inválidas y sin efecto. También, anular el veredicto de los candidatos que obtuvieron “ganancia de causa” en las mermadas urnas que pudieron ser recuperadas ya que algunas, hasta fueron quemadas. Para tener credibilidad, debería celebrarse de nuevo la Convención pero con el padrón determinado por la Junta Central Electoral (JCE) y bajo la vigilancia de esta institución, para que de nuevo una trácala no empañe el proceso y así la JCE poder justificar su eficacia.

El país necesita un partido opositor para balancear nuestra incipiente democracia y se puedan tomar decisiones que favorezcan a las mayorías, no impuestas por un conciliábulo que ha hecho un papel tan ridículo, que no pueden ser vistos como la esperanza opositora para alcanzar el poder en las próximas elecciones de 2016. Como decía el famoso locutor de bÉisbol Rubí “¿Qué te parece Cuchito?”

 

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