¿Una patografía de Balaguer?

¿Una patografía de Balaguer?

REYNALDO R .ESPINAL
Solía lamentarse, con toda propiedad, el eminente Psiquiatra Español Juan José López Ibor de la notable ausencia en la producción intelectual hispana del género que los estudiosos alemanes de la conducta humana han convenido en llamar “Patografía”, entendiendo por tal el estudio profundo de las alteraciones conductuales y fisiológicas que en su devenir vital suelen experimentar las personas.

En el caso de los hombres que ostentan el poder, los estudios patográficos permiten explicar muchas de sus decisiones, a veces contraproducentes e intempestivas, igual que permiten explicar sus intemperancias o las sinuosas variaciones de su tonalidad anímica.

¿Cómo podría pasar desapercibido al estudiosos de la conducta, por ejemplo  , el hecho de que en la personalidad de Trujillo, a partir del crecimiento resquebrajamiento de su omnímoda satrapía, se produjeron manifestaciones conductuales que en la taxonomía psiquiátrica podríamos denominar paranoides?; ¿Entra en aquellos álgidos momentos dentro la explicación lógica de la conducta que el tirano concibiera la posibilidad de asesinar al Papa Juan XXIII, a quien llamó despectivamente “Juan pendejo”, como antes había hecho con Betancourt y Castillo Armas?.

Una patografía seria y rigurosa, para lo que se precisa de profundos conocimientos históricos y conductuales, es lo que permite sostener hoy la hipótesis de que la derrota sufrida por Napoleón en Waterloo no se debió sólo a la decisiva intervención de los soldados Prusianos, sino, además, a las dificultades de salud que en esos días experimentaba.

Sin que seamos ciegos seguidores de la teoría de Carlyle sobre los “héroes” como elementos determinantes de la historia, no es menos cierto que esta suele sufrir profundas conmociones resultantes de factores individuales, entre los cuales, lógicamente, juega un factor decisivo la salud mental de quienes transitoriamente ocupan cimeras posiciones de poder. En el quehacer intelectual Dominicano la Patografía constituye un género prácticamente inexistente, siendo de lamentar que hasta la fecha carezcamos de estudios de este índole para personajes sobre los que, como en el caso de Trujillo, se ha escrito tanto y desde tan disímiles perspectivas. Admitimos, sin embargo, que la empresa no se torna fácil, no tanto por el hecho de la distancia mental y psicológica que pueda separar al autor del personaje, sino, aún más , por que para ello, cual Freud , Ludwig o Marañon, se precisa, no sólo de un inmenso saber sino también de una perspicacia colindante con la genialidad.

Otro personaje de quien esperamos un estudio patográfico lo es sin dudas, Joaquín Balaguer. Su dilatada permanencia en el poder, que a ratos parecería la hazaña de un taumaturgo o un equilibrista, denotan que el mismo era poseedor de una  singularidad psíquica digna de la pluma de un Emil Ludwig o un Stefan Zweig.

Fue el notable intelectual Dominicano Juan Isidro Jiménez Grullón, en un a zaga de artículos denominada “Joaquín Balaguer al Desnudo”, el primero que a nuestro humilde entender inicia un esfuerzo intelectual sistemático por desentrañar las complejidades psíquicas de Balaguer, llegando a diagnosticarlo como poseedor de “…una constitución psíquica esquizoide…”

A este eminente sociólogo de nuestro pasado, que fue Jiménez Grullón, siempre le resultó difícil despojarse de la pasión en sus análisis, y por ello, no pudo impedir que su sesudo estudio estuviera incontaminado de enjuiciamientos morales que le restan, por tanto, credibilidad científica, aunque se inspirara en las aportaciones de Bleuler, Krestscmer o Jung.

Posterior a Jiménez Grullón el eminente Psiquiatra Antonio Zaglul, utilizando las categorías clasificatorias del famoso psiquiatra Catalán Emilio Mira y López, definió a Balaguer como “Un hombre feliz”.Mira y López entendía por tal, a decir de Zaglul,”…aquel que, en primer lugar se siente hombre, es decir, vive a plenitud su dignidad humana, sin orgullo ni humildad. Hombre con fe en sí y en la obra que realiza. De carácter flexible y, sin embargo, inquebrantable como el acero. Estudió para saber. Supo para hacer. Hizo para valer. Valió para servir. Sirvió para merecer…vivir feliz. Es, pues, quien tiene fe en la razón y razón en su fe”.

Al renombrado intelectual Carlos Alberto Montaner, autor junto a Mario Vargas Llosa del conocido texto titulado “Manual del perfecto idiota Latinoamericano”, consultado por la revista “Renovación” en 1978, no le faltó acierto al considerar que “…A Balaguer hay que explicárselo por la psicología. La política, ahí, pasa por el psicoanalista, por freud, o por aquel lírico olvidado, Emilio Mira y López, que hablaba a los gigantes del alma…”.

Conforme la opinión de este docto intelectual: “…Balaguer, más que un gobernante, ha sido gobernado por la enloquecida pasión del poder. Un poder que no consistía en un modo de enriquecerse-que no le interesaba- y ni siquiera un poder como instrumento de su espíritu de servicio-que apenas tenía- sino un poder para disfrutar la brutal soledad de la cúspide”.

Como muchos analistas, empero, también Montaner erró en sus cálculos al igual que muchos especímenes de nuestra política vernácula, al considerar, torpemente, que “El fenómeno Balaguer ha llegado a su fin. Se agotó su magia (la magia también es un recurso no renovable)”. 

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