Una pausa en la vorágine de la guerra. Estos días santos de una pausa en los afanes diarios de la actividad humana pudieran servir para iniciar un proceso introspectivo de limpieza espiritual y rectificar criterios de conducta. Hasta se podría reiniciar un proceso de vida más acorde con los tiempos que vivimos. Y esto después de haber atravesado una severa pandemia mundial que ha arrancado a más de seis millones de humanos de la faz del planeta.
La característica que destaca las relaciones humanas de las sociedades que habitan el planeta es el acendrado egoísmo de los individuos que primero buscan satisfacer sus ambiciones tratando de sostener un sistema de vida, que es costumbre arrollar a los semejantes apoyados en su poder económico y político.
Se atropella al que se interpone en el camino de quienes se consideran poderosos y han abandonado sus pocas intenciones de asistir a los que requieren de una mano amiga para superar sus miserias. Primero es salvarse y luego ver si hay tiempo, en la opulencia que viven muchos, de acudir en ayuda de los demás.
Incluso en la actualidad con el conflicto bélico en desarrollo de manera brutal entre Rusia aplastando a Ucrania se ve cómo las sociedades ricas vacilan en acudir en ayuda masiva a Ucrania siendo aplastada por un megalómano y poderoso dictador ruso. Este arrasa el territorio ucranio con un bombardeo inmisericorde destruyendo ciudades y a la riqueza de un país. Es el odio en su máxima expresión y no hay cabida para la misericordia o el entendimiento entre los humanos. Solo se busca prevalecer ante la desgracia del vecino que solo recibe frases de aliento, dinero y de aguante pero sin llegar a contar con la presencia de tropas y aviones amigos por el temor que inspira el dictador ruso, que en su demencia, podría recurrir a las armas nucleares que las tiene en abundancia.
Puede leer también: Vladimir Putin: «Operación en Ucrania seguirá»
Se piensa que haber superado el acoso de la pandemia del covid-19 nos iba a dar la oportunidad de rectificar hábitos y forma de pensar tan egoísta para hacer del mundo un lugar de mas solidaridad. Pero ahora asoman con mayor vigor los temores que se tienen las grandes potencias que sacrifican al aliado débil frente a la potencia más temible del mundo que trata de aplastar a Ucrania como una cucaracha frente a los azorados ojos de la humanidad en un proceso de demolición de las ciudades que espantan pese a las severas sanciones que padece Rusia, y que finalizado el conflicto, para reparar el daño ocasionado será una severa carga para la economía rusa.
Parece ser que en el mundo moderno no tendría cabida la confraternidad entre los humanos después de superada la severa pandemia. Era el tiempo prudente más que suficiente para efectuar una rectificación de vida. Pero la maldad impera en los corazones humanos y desde el 24 de febrero pasado Rusia invadió a Ucrania con un ejército en un convoy de 65 kilómetros la largo de blindados de toda clase y de transporte de tropas de miles de miles de soldados que mal abastecidos fracasaron en su intento de iniciar sus ataques. El poderío ruso fue frenado y rechazado por un pueblo con deseos de mantener su innegociable soberanía.