Una Performance Sobrecogedora De Regina Galindo

Una Performance Sobrecogedora De Regina Galindo

Si bien es cierto que el auge de la performance se produjo hace 25 años, su vigencia continúa, y las grandes Bienales –Sao Paulo, Venecia– siempre cuentan con su presencia.

En América Latina, desde Cuba, se han destacado  la desaparecida Ana Mandieta, ejemplar en su rigor y entrega,  y Tania Bruguera, a la vez discutida e impactante. Y hoy, una joven y brillante ‘performer’ e instaladora guatemalteca, premiada en la Bienal de Venecia, Regina Galindo, reside en Santo Domingo”.

Cuando redactamos estas líneas, no conocíamos a Regina Galindo –también escritora y poeta– ni habíamos asistido a ninguna de sus obras. Escribimos entonces con motivo de una presentación de la dominicana Sayurí Guzmán.

El tiempo pasa… el talento se confirma… Sayurí se ha vuelto una “performancista” premiada y reconocida. Junto a Clara Caminero en Arte-Estudio, ella trabajó en la curaduría y la producción de la performance que Regina Galindo acaba de presentar aquí, en las inmediaciones del Centro Cultural de España, el auspiciador. Además, una documentación fotográfica por el artista polivalente David Pérez, un vídeo por un camarógrafo guatemalteco, conferencia y exposición en el CCE convierten esa actividad espectacular en un acontecimiento que quedará en los anales del arte dominicano actual.

La Marabunta.  Regina Galindo suele poner a sus acciones títulos fuertes, así el nombre de Marabunta nos coge desprevenidos, evocando a la horda de hormigas devoradoras y migrantes. Se entiende aquí como una metáfora de brutalidad masiva y calamidad inexorable. Presentimos un drama, y ese va a suceder, dejándonos asombrados y fascinados. La calle José Gabriel García es el escenario.

Un automóvil de edad madura, manejado por una mujer joven –Regina– se detiene suavemente. Desde la esquina de la Meriño, llega un tropel de hombres fornidos, en ropa de taller, marchando con herramientas. Son 17…  Rodean el carro, lo cubren totalmente con sus cuerpos, empiezan a desmontarlo, parte por parte, pieza por pieza, con una calma y una fuerza indetenibles. Regina queda en su asiento, rígida e immutable, mientras los mecánicos –penando a veces–  van desarmando el vehículo, ruedas, puertas, defensas, mecanismos, dirección, chasis, escape, motor, guía, pedales, pedazos grandes y pequeños. Parece un ejército que, metódica e implacablemente, va desmantelando la máquina.

No se advierte precipitación… tal vez tengan sus maniobras y tareas asignadas. El esqueleto del carrito se tambalea moribundo. Regina, impávida siempre, “respetada” por los agresores, ya está de más para que acaben su misión fatal. El jefe de los mecánicos se la lleva cargada, ella permanece inmóvil, de pie detrás del cascarón.  Finalmente, la carrocería, en dos partes, se transporta como todas las piezas… probablemente al Centro Español.  Ya no queda nada, sino un espacio sorprendentemente limpio. Entonces Regina se va lentamente, el rostro impenetrable, y desaparece en la esquina. El espectáculo ha terminado. La destrucción duró un poco más de una hora.

Performance y obra de Regina Galindo. Mencionamos el drama, como si fuera una función de teatro. Y, paradójicamente, la performance (es palabra femenina), obra de arte contemporánea, tiene mucho del teatro clásico en sus principios: unidad de lugar, unidad de tiempo, unidad de acción…  Pero es una obra multimedia, infinita y discrecional en sus temas, motivaciones, componentes, formas, materiales y estética. No existe estructura preestablecida, y, de hecho, la vida –incluyendo la muerte–, es el sujeto. A diferencia de la interpretación teatral, el performancista, aunque juega, no es un actor; es el personaje, el dramaturgo, el escenógrafo, el realizador. Una multiplicidad de papeles  que “hacen” la obra, no obstante intervengan producción y curaduría externas. Regina José Galindo corresponde a este intento de perfil y lo sobrepasa, dura,  provocadora, desafiante.

Al ver y disfrutar la Marabunta, nos preguntamos si ella no ha dado un rumbo nuevo a sus manifestaciones performáticas. Verdadera heroína y mártir espiritual, Regina casi se autoinmolaba y tomaba el riesgo de cualquier sacrificio terminal, asumiendo situaciones extremas con su cuerpo. Voluntariamente humillada, indefensa, herida, ella escogió el compromiso total, que superficialmente podría considerarse como masoquista, por los sufrimientos morales y físicos que se inflige –el espacio no nos permite citar sus obras más representativas–.

En lo real, es una enorme labor de autodeterminación, que simboliza y coloca la causa –en particular la violencia de género– más allá de su propio dolor. Tal vez ella necesite ese dolor para transmitir el mensaje, como en los 279 golpes que se propinó –uno por cada mujer asesinada en Guatemala en seis meses– y las cortadas sangrientas, conformando en sus muslos, la palabra “Perra”… ¡así tratan a la mujer! Fue, cuando en el 2005, obtuvo el Gran Premio de la Bienal de Venecia, para el arte joven.

Con la Marabunta, Regina Galindo sigue tomando riesgos… Los espectadores temían por su integridad física, cuando alrededor de ella revoloteaban los diecisiete “machos” demoledores. Pero nada pasó, como en el teatro de “grand guiñol”, la preparación estuvo perfecta. Regina salió indemne, sin quemaduras, ni grietas ni equimosis. Personalmente no lastimó su cuerpo como en otras acciones.  Ahora bien, el mensaje –que ella siempre quiere de lo local a lo universal– sigue punzante e intenso:  rebeldía visceral y condena de las fuerzas aniquiladoras, de las armadas, de un poderío colectivo que arrasa todo, sin dejar si quiera huellas. Pero, aquí está otro mensaje en esta obra de lectura plural: pese al horror, la vida sigue, por tanto la esperanza. ¡Gracias a Regina Galindo, a Arte-Estudio, al CCE, a la Galería Prometeo, y a los cuidadosos “matones” del Centro Automotriz Luciano! ¡Y que florezca la performance en Santo Domingo!

Algo único

Cada una de las prácticas creadoras de esa exigente categoría artística se hace única y constituye una identidad en movimiento. Es más, la definición global de la “performance” y sus límites siempre ofrecen dificultades. Joseph Beuys expresó muy bien la extensión de esa propuesta: “En ese proceso, no sólo se crea, sino que se aprende día, a día, hora a hora.”

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