Una perra guarda luto

Una perra guarda luto

Pirulo estaba sentado frente a su escritorio. Miraba continuamente el techo de la caseta de la oficina del que colgaban modelos de rejas, parrillas para desagües, soportales de plantas. El escritorio era un enorme cajón de madera gruesa con dos gavetas. Encima del escritorio tenía desparramados muchos papeles y varillas de soldadura. Por la puerta abierta veía, de vez en cuando, el patio del taller con poquísima actividad. Adosados a la pared del fondo había un macizo paquete de angulares de acero. Un jovenzuelo metió la cabeza en la caseta. –Señor Pirulo, lo busca un hombre con zapatos “tennis”; está sentado en el banco de hierro.

Pirulo salió al patio y enseguida reconoció al inesperado visitante. Era el padre Servando, con unos blanquísimos zapatos de “tennis”. –¿Fue aquí que mataron a Bululo? –Sí padre, cayó de boca ahí, exactamente donde está echada la perra. Esa es su máscara protectora para soldar; la colgó en aquel gancho de carnicería para beber su última cerveza. Bululo jugaba con la perra tratando de asustarla con la máscara. Ahora “Duquesa” no se aparta del sitio donde él murió. –¿Tienes muchos encargos? –No, padre, ya entregamos casi todos los que había pendientes. Ahora tengo abundantes materiales y poco trabajo. Los tipos que venían antes han desaparecido.

–Recuerda los consejos del contable fallecido: muchos trabajos pequeños suman lo mismo que un solo trabajo grande; las reparaciones no deben desdeñarse, pues ofrecen estabilidad a esta clase de talleres. Los maleantes que te trajeron grandes verjas y mamparos corredizos, también provocaron la muerte de Bululo. –No sé a quién voy a poner en su lugar. Él sabía hacer su trabajo; tenía buen humor y se daba a querer por los clientes. –El trabajo volverá a normalizarse, Pirulo; “Traba-gancia” lleva muchos años operando.

–Creo que debes visitar a Veranda. Bululo tenía demasiado tiempo contigo. Si ella necesita ayuda ofrécele apoyo; si no puedes darlo tú mismo, avísame, que entonces buscaremos por otra parte. Lo más importante es el niño. Necesitará libros, uniformes escolares; colócalo de aprendiz y mandadero para que gane algo para la madre. Nadie se cría bien sin afecto ni comida. Al despedirse Pirulo del padre, “Duquesa” se levantó agitando el rabo.

 

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