Una pesadilla de relaciones públicas

Una pesadilla de relaciones públicas<BR>

La situación de la empresa Pueblo Viejo Barrick después del discurso del Presidente Medina del pasado 27 de febrero es nada envidiable.

Pese a todos sus mejores esfuerzos por comportarse como un ciudadano corporativo ejemplar, relacionándose de la mejor manera con la comunidad, demostrando un respeto enorme por el medio ambiente, explicando su perspectiva de su predicamento contractual, rotando a velocidad pasmosa su liderazgo local aun antes de iniciar sus exportaciones, padeciendo ataques mediáticos que en muchos casos eran espurios; comoquiera se ha impuesto la percepción de que su contrato es injusto y merece revisarse.

La empresa tiene razón cuando invoca su necesidad de que se respete la seguridad jurídica que consagra la Constitución dominicana. Pero habría que preguntarse, ya que el ámbito para resolver cualquier disputa sería un arbitraje internacional, ¿posee la Barrick similares garantías de inmovilidad contractual en los Estados Unidos, Canadá, u otros países?

Cuando dos partes establecen un pacto, como en un contrato o un matrimonio, existen situaciones que podrían alterarlo, entre ellas: la voluntad de cada parte en base a la razonabilidad, el interés común en la viabilidad de lo pactado y cómo pueden afectar o modificar lo pactado situaciones externas o ajenas a la voluntad de cada parte individualmente y de la sociedad como un conjunto.

         El Estado dominicano no ha variado su obligación de aportar a su sociedad la parte fundamental, que es el mineral del cual se extraen oro, plata y cinc. Ni la empresa ha variado su disposición de explotar la mina tras una inversión de casi cuatro mil millones de dólares, la mayor en toda la historia dominicana. La sociedad entrambas partes tampoco ha desistido de su interés en realizar en beneficio de ambos socios el negocio minero.

         Lo que ha cambiado, enormemente, es el precio del oro y cómo este precio beneficia más, desproporcionada e inmediatamente, a una parte sobre la otra, privilegiando injustamente la amortización de la inversión calculando una depreciación de activos de un 40% anual, algo descomunal. Pueblo Viejo Barrick recuperaría la totalidad de su inversión en poco más de dos años mientras su socio, que puso el oro que vale aun más que los cuatro mil millones, asiste como convidado de piedra al banquete aurífero.

         No hay campaña de relaciones públicas capaz de variar esa realidad ni tribunal alguno, sea arbitral u otro tipo, incapaz de entenderlo injusto.

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