Una política antidroga global, clave en proceso de paz con FARC

<STRONG>Una política antidroga global, clave en proceso de paz con FARC</STRONG>

OSLO. AFP.  La lucha contra el narcotráfico, uno de los puntos de la negociación entre el gobierno colombiano y las FARC, pasa por una despenalización internacional, o al menos regional, y quizá por arriesgar nuevas estrategias como incluir a la guerrilla en el combate, estiman analistas. 

 La búsqueda de una «solución» al problema de las drogas es uno de los cinco objetivos que se han fijado el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla marxista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el proceso de paz que se disponen a lanzar en Noruega.  

La tarea es titánica y muy compleja, según los expertos. Para empezar no se limita al interior de sus fronteras.  

«Lo que más beneficiaría al proceso colombiano sería encontrar una solución regional, que incluyera a Estados Unidos; también lo favorecería bastante una despenalización del consumo», dijo a la AFP Benedicte Bull, investigadora noruega del Centro para el Desarrollo y el Medio Ambiente (SUM). 

 Esto coincide con los planes de Santos, que al igual que México y Guatemala, pidió en septiembre en la ONU una nueva estrategia global antidrogas.  

En abril, la Organización de Estados Americanos (OEA) ya había encargado un estudio para plantear alternativas a la llamada guerra contra las drogas, que ha dejado una estela de muertos a manos de las mafias.  

Y es que el tráfico de droga por su naturaleza, al tratarse de sustancias ilícitas, trae consigo violencia y crimen organizado, y también corrupción.  

Colombia lo ha sufrido en carne propia: es el mayor productor de cocaína del mundo, junto con Perú, según datos de la ONU, con 64.000 hectáreas de cultivo en 2011.  

De hecho, la guerrilla se financia en parte con el cobro de impuestos a los cultivadores de coca, pero no es la única.  

«Si bien las FARC siempre aparecen como el gran actor involucrado en la producción y comercialización primaria de drogas ilícitas, hay muchos otros que están en el negocio», afirmó a la AFP Saúl Mauricio Rodríguez Hernández, historiador de la Universidad Nacional de Colombia y experto en relaciones militares.  

Cita al crimen organizado y a las BACRIM, bandas emergentes que se hicieron con el control de las actividades criminales dejadas por paramilitares y algunos narcotraficantes.  

Por eso, aunque las FARC depongan las armas, no significa el final del negocio, explica. Es más, cabe «el riesgo de que se atomice y la producción caiga en pequeños carteles o mafias, que terminen siendo incontrolables». 

 Rodríguez Hernández considera, por lo tanto, «que la estrategia es tratar de involucrar a las FARC con la posible lucha contra el narcotráfico», aunque sería un paliativo menor, porque cualquier táctica, también la de la erradicación de cultivos, «debe ir de la mano de un dialogo internacional sobre la despenalización de las drogas fuertes».

 «A mi modo de ver no hay otra opción», asegura.   Jesús Alberto Ruiz Mora, consultor de la Red de Seguridad y Defensa de América Latina RESDAL, tiene sus reservas.  

«De implementarse una estrategia de despenalización o regulación del consumo, se estaría legitimando, directa o indirectamente, una ‘cultura de dinero fácil’ en la sociedad», sostiene.  

En cualquier caso, añade, «el Estado debe plantear una respuesta estructural que mejore las condiciones de vida de la población». Porque el narcotráfico se alimenta de la pobreza y del miedo.  

«Existen niveles de pobreza considerables que hacen que jóvenes y desempleados trabajen en alguno de los procesos del narcotráfico, donde pueden ganar dinero rápido» pero muchos acceden «por temor al daño que pudieran causar los narcotraficantes a sus familias en zonas donde el control estatal es débil», sostiene el consultor de RESDAL.  

«La raíz del problema es social -dice- y la solución del mismo también debe serlo».  

Pero ganarle la guerra al narcotráfico «no solucionaría el conflicto» que desangra desde hace 48 años Colombia con cientos de miles de muertos, porque las guerrillas utilizan además de la coca otros medios de financiación como el oro.

Daría sin embargo «un motivo menos para seguir con él», señala Benedicte Bull. «Tendría una motivación menos».

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