Una política exterior de intentar una y otra vez

Una política exterior de intentar una y otra vez

WASHINGTON – La ocupación estadounidense en Irak ha sido de implacable ensayo y error.

Una primera revocación ocurrió con la disolución que hicieron los administradores estadounidenses del Ejército iraquí, seguida por la decisión de mantener a muchos soldados en la nómina para evitar problemas. Una promesa de retirar un gran número de fuerzas estadounidenses rápidamente de Irak fue ofrecida y luego cancelada.

Más allá de estos cambios militares, el objetivo de transferir la soberanía a Irak estuvo primero en un cronograma rápido, y luego en uno más lento. Ahora está en una vía rápida de nuevo, encaminándose a la meta el 30 de junio. La semana pasada, en otro giro, L. Paul Bremer, el administrador estadounidense en Bagdad, viajó apresuradamente a Estados Unidos para presionar para que Naciones Unidas desempeñe un papel en la transición a la autonomía, no mucho después de que deliberadamente excluyó a la organización mundial.

No obstante todos estos ejemplos podrían no ser tan diferentes de lo que ha sucedido a lo largo de la historia de Estados Unidos, especialmente cuando los gobiernos han intentado librar una guerra o enfrentar crisis graves.

«Es agradable pensar que cuando hay un desafío, Estados Unidos sigue un plan bien formulado y se apega a él», dijo John Lewis Gaddis, profesor de historia en Yale. Pero «no hay precedente histórico para que eso suceda. Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial fueron ejemplos de libro de texto de ocupación exitosas, pero no procedieron según un plan predeterminado y congruentemente aplicado. Al contrario».

En realidad, el régimen estadounidense en Alemania y Japón se vio abrumado por un problema que ahora enfrentan las autoridades estadounidenses en Irak. Ambas ocupaciones de posguerra empezaron con la idea de purgar a los líderes de los antiguos regímenes, justo como Estados Unidos pretendía en Irak con un plan para remover a los altos dirigentes del Partido Baath de Saddam Hussein. El plan inicial tanto en Japón como en Alemania era evitar el resurgimiento de un estado industrial que pudiera nutrir a una nueva generación de nazis o militaristas.

Rápidamente, sin embargo, la ansiedad estadounidense se trasladó del nazismo renaciente a la difusión del comunismo en Europa y Asia. Retractándose, las autoridades estadounidenses empezaron a trabajar con ex nazis, especialmente en los servicios de inteligencia, que sabían dónde se ocultaban los comunistas. Aun más importante fue el hecho de que el plan ideado por el Secretario del Tesoro Henry Morgenthau para convertir a Alemania en un estado pastoral fue desechado, y reemplazado por la decisión de restablecer su fuerza económica para bloquear las ambiciones soviéticas al oeste de la Cortina de Hierro.

En Japón, el inicio de la Guerra de Corea «anunció un nuevo mundo», escribe John W. Dower, profesor de historia en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en su libro sobre la ocupación estadounidense, «Embracing Defeat» (Aceptando la Derrota). Citando una película popular sobre un hombre arrestado por robo que confiesa diciendo: «íOh, error!», Dower escribe que «íOh, error!» se convirtió en una famosa frase sarcástica aplicada a la ocupación cuando intentó remilitarizar a Japón, trabajar con el antiguo régimen y reestablecer su poderío económico.

En Irak, los administradores de ocupación han tenido que cambiar sus políticas sobre si excluir o no del poder a cualquiera asociado con Saddam. Ahora hay presión para relajar esa postura y hacer regresar a líderes de la minoría sunita al poder para ayudar a desactivar la insurgencia en áreas sunitas.

Pese a las dudas, Estados Unidos también se ha reconciliado con la idea de que el Islam desempeñe un papel en el nuevo gobierno iraquí. La semana pasada, Estados Unidos intentó apaciguar al principal clérigo chiíta de Irak, el Ayatola Ali Husseini al-Sistani, quien está demandando elecciones directas para seleccionar a un nuevo gobierno interino, aunque muchos temen que esto conceda demasiado poder a líderes religiosos.

«En cada etapa en Irak, las predisposiciones ideológicas de quienes defendieron la guerra en Irak han dado paso al pragmatismo», dijo Noah Feldman, profesor asistente de derecho en la Universidad de Nueva York quien fungió como asesor legal de la ocupación estadounidense en sus primeros meses. «La idea inicial de que Irak era y debe ser hecho seglar rápidamente ahora está siendo moderada por la realidad de la política democrática islámica».

Los problemas actuales reflejan algunos de los enfrentados por Estados Unidos durante su ocupación de Filipinas y Cuba, después de la guerra hispano-americana de 1898. Después de esa guerra, varias administraciones estadounidenses proclamaron la intención de conceder la independencia a ambas anciones, pero los acontecimientos siempre lo obstaculizaron.

«Fuimos a Filipinas en 1898 y decidimos quedarnos, aunque rodeando esa decisión con mucho del mismo tipo de retórica que rodeó a la invasión iraquí», dijo David M. Kennedy, profesor de historia en Stanford. «Ibamos a levantarlos e introducirlos en la familia de naciones. Pero tan pronto como estuvimos ahí, resultó que los filipinos tenían ideas propias».

En vez de levantar a Filipinas, los estadounidenses se encontraron teniendo que suprimir una insurrección, a un costo de más de 4,000 vidas. Subsecuentemente, Estados Unidos se convenció de que tenía que permanecer en Filipinas para proteger sus intereses estratégicos en Asia, mientras que en Cuba el deseo era permanecer para proteger las inversiones estadounidenses.

Además, al igual que Estados Unidos está debatiendo actualmente el razonamiento de la guerra en Irak, alguna vez debatió el propósito de poseer colonias. «Había mucha confusión sobre los objetivos estadounidenses», dijo Bruce J. Schulman, historiador de la Universidad de Boston. «¿Estabamos protegiendo nuestras inversiones? ¿Promoviendo la democracia? ¿Manteniendo alejadas a otras potencias imperiales? ¿Liberando a Cuba y Filipinas de España? Había un enfoque descabellado hacia todo lo que hacíamos».

Sin embargo otro ejemplo de planeación caótica que parece halagüeña sólo en retrospectiva se relacionó con el Plan Marshall, anunciado en 1948 como el esfuerzo de Estados Unidos para reconstruir Europa, incluida Alemania. Uno de sus puntos de preocupación fue cómo Estados Unidos podía parecer imparcial y ofrecer ayuda a la Unión Soviética y sus satélites, mientras hacía las condiciones tan estrictas que ellos rechazaran la ayuda. Las condiciones del Plan Marshall fueron cambiadas constantemente como resultado.

«Si uno lee la biografía de Dean Acheson, o de cualquier otro que fuera contemporáneo y honesto, siempre se sorprendería de ver cuánto se improvisó», dijo William Kristol, editor de The Weekly Standard y simpatizante de la guerra en Irak. «Tiene que haber ajustes en todo a la escala de Irak. El problema es que el gobierno de Bush tiene aversión a admitir que están cambiando de rumbo».

Pese a la tentación de ver la historia como una inevitable cadena de acontecimientos, el curso de la toma de decisiones nunca ha sido parejo. «Si se analiza la política exterior estadounidense día con día o semana a semana o año con año, casi siempre parece terrible», dijo Walter Russell Mead, miembro del Consejo sobre Relaciones Exteriores. «Pero si se ve en general, parecemos hacerlo mejor en política exterior que otras personas. Y tendemos a ganar. Los historiadores y obviamente los expertos tienden a enfocarse en los errores. Uno pudiera leer mucha historia de la Guerra Fría, por ejemplo, y no darse cuenta de que la ganamos».

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