Con un huracán previsto para ingresar a aguas del Caribe esta madrugada, están llamados a ponerse en marcha desde ya los músculos dominicanos del accionar preventivo y de mitigaciones de corto plazo aunque los cambios súbitos en trayectoria e intensidad no son ajenos a los comportamientos meteorológicos. Hoy valdría más, para la protección de personas y bienes, manejarse con un efectivo plan de contingencia y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo. Atención además a que las furias de la naturaleza embisten irremediablemente los soportes de todo lo construido por el Estado y particulares. Fortalecerlos en alguna medida para lo inmediato tendría un alcance limitado. Cada vez que se anuncia una posible arremetida de fenómenos atmosféricos el país queda en el umbral de una «auditoría profunda» a base de intensos aguaceros y vientos que sacan a flote vicios de construcción y debilidades institucionales que pueden ser fatales, como ocurrió en el pasado reciente con el colapso por inundaciones de toneladas de hormigón de una pared a la entrada del paso a desnivel de la intersección de las avenidas 27 Febrero y Máximo Gómez.
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Allí las fragilidades por falta de rigor costaron nueve vidas a la nación dominicana. Necesario evocar estas trágicas víctimas situadas por la casualidad y la incontinencia de las nubes en una ruta fatal de la mala ingeniería; mártires de un fracaso de gestión por una ausencia de solidez seguida por un vacío de consecuencias con el establecimiento de responsabilidades.