Una profilaxis permanente

Una profilaxis permanente

La expulsión deshonrosa de militares y policías por tener vínculos con el crimen organizado y el narcotráfico es una clara muestra de la necesidad de una profilaxis permanente en nuestras Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

Para bien de nuestra sociedad, los mandos de estos organismos del Estado han dado muestras de que están inclinados por apartar de sus recintos a las personas que deshonran sus uniformes y funciones. Hay motivos suficientes para estimular que en la Policía y las Fuerzas Armadas se afine el cedazo para el ingreso de nuevos miembros y se haga lo mismo con los organismos internos encargados de vigilar conductas.

La Policía, al suministrar detalles de la investigación de la muerte de Marcos Leonidas Guerrero Peña a manos de delincuentes que intentaron asaltarlo o secuestrarlo cerca de su residencia  en La Castellana, ha dicho que se estableció que una pistola empleada en esa operación estaba asignada a un oficial de la seguridad interna del cuartel general de ese organismo. Sería interesante saber en cuáles circunstancias fue a parar esa arma a manos de un delincuente. La sociedad necesita mejorar su percepción acerca de la seguridad ciudadana, pero solo lo lograría en la medida en que mejore la confianza hacia los organismos que deben preservar esa seguridad. Por eso, la profilaxis militar y policial debe ser intensiva y permanente.

Control sanitario infuncional

La venta de alimentos en las calles se ha generalizado aquí como uno de los puntales más importantes de la economía informal. Y así como inexistentes son los controles fiscales sobre esa economía, infuncionales  son los controles sanitarios. La parte de la población que consume estos alimentos, que es bien numerosa por cierto, está expuesta a contraer enfermedades tan peligrosas como hepatitis, amebiasis, salmonelosis y otras.

Manipulación inadecuada de alimentos, falta de higiene, productos mal conservados o vencidos y exposición al ambiente, atentan contra la calidad e inocuidad de las comidas y bebidas refrescantes que se venden en las calles. A pesar de que miles de personas, por razones de trabajo o estudio, tienen que acudir a esta alternativa, no existen controles sanitarios ni supervisión que garantice un mínimo de seguridad para la salud de quienes los consumen. Es hora de ponerle caso a esta situación.

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