Una prohibición absurda y contraproducente

Una prohibición absurda y contraproducente

Leí en algún periódico recientemente que el secretario de Medio Ambiente habría prohibido todo tipo de cacería en el país dizque para proteger a especies en peligro de extinción. Es una medida vaga, arbitraria y contraproducente. Las especies amenazadas no lo están por los cazadores, quizás con la excepción de las tortugas, cuya captura y comercialización comoquiera estaba prohibida antes de esta nueva prohibición general.

Y aún así, siguen vendiéndose la carne de tortuga y sus conchas, especialmente las de carey. Lo cual prueba que una prohibición sin adecuada supervisión ni sanción para los violadores no es más que un papeleo figurero. Las cotorras –para citar otro ejemplo- no son cazadas o matadas sino capturadas vivas para su comercio ilegal. Siguen en peligro de extinción pese a todos los esfuerzos oficiales y privados para protegerlas.

Hay otros ejemplos de animales o aves que necesitan de la protección que pudiera ofrecerles alguna ley o regulación. Generalmente los conservacionistas más entusiastas son los cazadores conscientes, quienes deseamos poder disfrutar de una actividad tan antigua como la raza humana, pero que requiere indudablemente de normas como casi todo en la vida. Una prohibición general de la cacería es una bobería contraproducente porque las veces que se ha tratado de imponer lo que resulta es una corrupción tremenda.

Los inspectores terminan siendo “mochileros”; guardias y policías acompañan a cazadores “apoyados”; los únicos perjudicados son los cazadores cumplidores de la ley. Lo que se caza aquí son principalmente rolones, patos y guineas. Los rolones llegan a ser una plaga en ciertos arrozales donde cada pájaro puede comerse diariamente más arroz que su propio peso.

Los patos son migratorios y la caza nunca los ha puesto en peligro de extinción. Las guineas han logrado recientemente aumentar su número pues sólo las hay en lugares remotos porque son muy ariscas. Hay que proteger las palomas, las cotorras, las tortugas, los manatíes y muchísimas otras especies; ojalá el gobierno pudiera hacerlo mejor que como hasta ahora. Pero prohibir la caza de rolones, patos o guineas es un disparate.

Prohibir algo imposible de controlar no hace más que crear oportunidades para la corrupción y para ilegalizar una costumbre arraigada de muchos dominicanos y un medio de vida para muchos otros. Ojalá el secretario de Medio Ambiente recapacite y recuerde que quien mete la pata y la saca a tiempo puede quedar bien.

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