Una propuesta inteligente y oportuna

Una propuesta inteligente y oportuna

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Hay dos propuestas presentadas a la opinión pública por el Foro Ciudadano con las cuales me identifico de arriba abajo. La primera tiene que ver con la demanda de la firma de un pacto fiscal que incluya un compromiso de un aumento gradual y sostenido de la inversión social. Y la otra, la segunda, propone una reforma tributaria que contribuya a la equidad y a una justa redistribución de la riqueza. Dos cuestiones vitales e indispensables para sentar las bases para superar los rezagos que presenta la sociedad dominicana.

Son, además, propuestas sensatas, gradualistas, que para ser acogidas y ejecutadas necesitan del concurso de las fuerzas políticas, empresariales y sindicales de la nación, así como la decisión del gobierno central y de los otros poderes del Estado. Desde mediados de los años noventa unas pocas voces en el país han estado señalando la conveniencia de la firma de un pacto fiscal. Probablemente al influjo de la CEPAL y de la llamada nueva izquierda latinoamericana. Entre quienes aquí se han adherido a esta corriente de pensamiento está el hoy secretario Técnico de la Presidencia, el señor Juan Temístocles Montás, quien casualmente es uno de los principales impulsores de la reforma fiscal que ahora se discute. El tema es válido para todos, pero principalmente para un sector empresarial que desde 1978 ha sido sometido a no pocos intentos de reformas fiscales, en unos casos, y a reformas reales, en otros. Cuando esto ocurre la sociedad atraviesa por verdaderas crisis, por luchas políticas y pugnas entre los distintos sectores productivos que tratan, legítimamente, de cargar con el menor peso posible. Casi siempre el mayor peso de los cambios tributarios ha recaído sobre unos consumidores que han carecido de defensores y de poder para hacerse escuchar y hacer prevalecer sus puntos de vista. Pero lo peor de todo es que estas reformas, así llamadas, han obedecido a criterios muy alejados de las proposiciones del desarrollo socio-económico. Han respondido a crisis coyunturales, a necesidades apremiantes derivadas de malas decisiones o a situaciones internacionales adversas. Esta manera de hacer políticas fiscales tiene que cambiar. El país necesita evitar ser sacudido a cada rato por una reforma tributaria y requiere, al mismo tiempo, que cuando se haga forme parte de una política de desarrollo, con unos objetivos previamente identificados. Estas son razones que favorecen el pacto fiscal propuesto por Foro Ciudadano.

Pero estas reformas deben conllevar, como sugiere el documento de Foro Ciudadano, el compromiso de un aumento gradual y sostenido de la inversión social. El estado de pobreza en que se encuentran el sector salud, el sector educativo, los deportes, la seguridad social, la vivienda de interés popular, el suministro de agua potable y los sistemas de alcantarillado, reclaman una mayor inversión pública. Las cifras expresan con sobrada elocuencia el descuido gubernamental en este campo. El promedio de inversión social del gobierno entre 1980 y 1999 fue de un pobre 4.27% del Producto Interno Bruto. Pero la educación, tan llevada y traída como un pivote clave para el desarrollo, no sobrepasó un promedio de 1.4% del PIB. La inversión en el área de la salud fue mucho menor todavía durante ese período y apenas llegó al 1% del PIB. Posteriormente, el panorama no cambió. La inversión social siguió siendo pequeña, débil, sobre todo en función de las necesidades de una nación que sigue apareciendo en los lugares más bajos del desempeño social en América Latina y el Caribe.

El Foro Social ha propuesto una inversión social que vaya creciendo hasta desembocar en un 12.5% del PIB dentro de cinco años. La inversión del año pasado fue de 6.6% del PIB y para este año está previsto un 6.8%. Creo que el sector empresarial, el gobierno central, los legisladores y los partidos políticos deben considerar con mucha atención y seriedad esta saludable propuesta. No para salir del paso, como ha ocurrido en otras ocasiones, sino para crear los recursos humanos y las condiciones indispensables para el desarrollo y el progreso al que todos aspiramos. El país necesita un dosis de racionalidad, porque no se puede continuar con la pretensión, de forma ilógica e ilusoria, de construir un edificio empezando por el techo.

En otra oportunidad comentaremos la segunda propuesta, la que sugiere una reforma tributaria que contribuya a la equidad y a una justa redistribución de la riqueza.

bavegado@yahoo.com

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