¡Ahí van! ¡Amárrenla! No, no, cuidado, son adolescentes de Conani. ¡Déjenme tranquila, no quiero estar trancada! Se escuchan los gritos, las malas palabras, el desespero y la angustia. Los rostros de los empleados se notan cansados y afligidos, es como que el trabajo es mucho, peligroso y con muy poco resultados. Esa es la percepción de muchos transeúntes y ciudadanos que se acercan a Conani o se tropiezan con escenas repentinas e inesperadas.
Mi artículo no es para atacar el sistema y la labor que el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) ha estado realizando desde el año 1978. Es sabio resaltar que la decisión de crear un organismo gubernamental que proteja a los niños y a las niñas de la República Dominicana, emerge de la situación económica, social, educacional y de salud por la que atravesaba la niñez en ese entonces; en ese momento, la primera dama de la República Dominicana era doña Renée Klang de Guzmán, la que gestionó y motivó que Conani surgiera como una respuesta para proteger a los niños, niñas y adolescentes del país.
Conani se ha desarrollado y evolucionado debido a los cambios establecidos por la Convención sobre los Derechos del Niño, en 1989, por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Después de eso han surgido muchos acuerdos, reformas, transformaciones y regulaciones, con el único propósito de proteger la dignidad de todos los niños y adolescentes abandonados y víctimas de la irresponsabilidad de los padres que los procrearon. A pesar de todos los esfuerzos establecidos para lograr esos objetivos ya mencionados, creemos firmemente que Conani debe operar de manera más estratégica, más intencional, integrando otras organizaciones; claro, sin dejar las que hasta ahora están ejerciendo una labor de apoyo y de soporte.
Conani, es muy eficaz en materia de asuntos legales, existe un programa que expresa, por lo menos en papel, el desarrollo integral de los niños y adolescentes; sin embargo, los resultados son otros, cada día observamos el descontento de esos internos, el cansancio de los empleados y el desafío de los adolescentes como si fuera una guerra entre enemigos mortales. Conani debe ser un instrumento que refleje luz y que sirva de modelo para otras instituciones. Entendemos que los cambios de gobiernos, muchas veces, afectan el desarrollo y la continuidad que requiere esa organización; al mismo tiempo, también reconocemos que Conani tiene la libertad y el apoyo de la primera dama, Raquel Arbaje, quien expresó hace poco el inicio de una campaña en todos los medios de comunicación, titulada: “Toma el control, ponlo en pausa”. El propósito de esta campaña es sensibilizar a la población sobre el embarazo en adolescentes. El desafío que tiene Conani y la mayúscula tarea de reeducar y proteger a esos niños y adolescentes, solo se puede lograr invitando a todos los sectores de la sociedad que tengan deseo, interés y vocación para enfrentar ese flagelo que golpea a la familia y a la sociedad dominicana.
No podemos ver a Conani como una herramienta de campaña política, no debemos usar a Conani como una empresa privada. Conani debe ser tratado con delicadeza, con transparencia, con profesionalidad y sobre todo con un espíritu de vocación. El Estado dominicano invierte más de 245 millones de dólares cada año, para frenar el comportamiento desenfrenado de los adolescentes y los embarazos; estamos hablando de 1,122 millones de pesos dominicanos por mes. Esta suma de dinero necesita y demanda resultados tangibles, medibles y positivos. Invito a los funcionarios de Conani, y a todos los sectores involucrados en este precioso trabajo a tomar una pausa para buscar más opciones, para maximizar lo que ya existe. Me ofrezco como facilitador, y digo esto, porque tengo tres varones y una hembra, y no quiero que ellos sufran. Por eso, cada vez que pienso en Conani, no pienso en una institución, pienso en vidas, en familias, en dolor y en personas reales. Solo escribo una propuesta a la primera dama, Raquel Arbaje.
Lee más: Reacción de la primera dama al discurso de Luis Abinader