Una protesta en la carretera a Bávaro

<strong>Una protesta en la carretera a Bávaro</strong>

POR DOMINGO ABREU COLLADO
Hace dos o tres domingos se escenificó una protesta en la carretera que lleva a Bávaro. La protesta ocurrió demandando el cierre del tanque en que la empresa Manatí Park tiene a un grupo de delfines para exhibirlos ante turistas, y respaldando la actitud de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente de negar permiso a esa empresa para la importación de más delfines, pues muchos se han muerto por la falta de condiciones para que estos sobrevivan al encierro y al maltrato a que son sometidos.

Pues un supuesto capitán a cargo de la «seguridad» de Manatí Park ha estado llamando al propietario de la compañía de autobuses que nos llevó hasta Bávaro, presionándole para que le diga quién fue el organizador de la protesta. Y como me gusta complacer a la gente, principalmente cuando lo pide «con tan buenos modales», paso a darle toda la información que dicho «capitán a cargo de la seguridad de Manatí Park» ha estado demandando.

Quienes realizaron la protesta en Manatí Park fue el Comité Gestor de el Asamblea Nacional Ambiental –ANA-, y quién fungió como principal coordinador fue quien escribe: Domingo Abréu Collado, arqueólogo, espeleólogo y ambientalista, presidente del Espeleogrupo de Santo Domingo, Inc., encargado de la Sección de Espeleología de la Subsecretaría de Areas Protegidas de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y quien no necesita del amparo de ninguna de esas dos últimas instituciones para organizar una actividad ciudadana contra lo que considera una agresión al ambiente y contra unos animales tan amistosos, inteligentes e inofensivos como son los delfines.

Si el «capitán encargado de la seguridad de Manatí Park» quiere conocerme personalmente, con todo gustó iré otra vez con el grupo a montarle la protesta de nuevo, probablemente con un grupo más grande, porque ha cobrado ahora más simpatía la oposición al uso y abuso que hacen de los delfines.

Por otro lado –para mejor ilustración del capitán- no temo a presiones ni a represalias. El Diablo no me quiere allá porque protestaría contra el calor, y Dios no me querría tampoco porque protestaría por tantos pobres en el mundo. De manera que cualquiera de ellos me mandaría de inmediato de regreso acá a protestar en Manatí Park contra el asunto de los delfines.

Y ahora que el asunto de Manatí Park está corriendo por todo Internet y el mundo del turismo, esto de las presiones contra la persona propietaria del autobús que nos llevó allá les va a caer de perlas cuando se enteren de que, en vez de corregir fallas, se dedican a presionar y mortificar ciudadanos.

Los precios se pusieron “nerviosos”

Según declaraciones recientes de los comerciantes organizados en federaciones y asociaciones, los comestibles se pusieron «nerviosos» y aumentaron de precio en medio de la discusión por la reforma fiscal.

Yo puedo asegurar que es cierto, no solo porque los ataques de nervios se manifiestan de variadísimas maneras, sino también porque pude comprobar en varios puntos de las carreteras los estados sicosomáticos de muchos de los productos que componen la canasta familiar. Tal parece que se trata de una epidemia de nerviosismo, tanto entre los productos como entre los precios.

En la leche, por ejemplo, pude notar que el nerviosismo la tenía sudando frío en cualquier colmado en que la ausculté. El pollo volvió a sufrir la «fiebre de pollo» como consecuencia de los nervios también. El pan, que parece ser de los más sensibles ante las situaciones de tensión, le dio un patatús que lo puso duro, duro, «estericao» de los nervios.

El aceite, como pasa con la gente que los nervios la ponen monga, estaba todo baboso, y había que moverlo para hablar con él. Hasta la morcilla está sufriendo de los nervios y está como con la sangre espesa y cuajada. Lo más probable es que le sobrevenga un infarto.

Al pescado también le ha dado un desmayo por el nerviosismo, y se le queda mirando a uno con los ojos abiertos, pero con una expresión de cómo si no viera nada ni se diera cuenta de nada.

El nerviosismo en los huevos es cosa que conmueve al más insensible. Los pobres huevos están pálidos, y tan «degonsao» que se han vuelto líquidas clara y yema. La verdad que es doloroso ver a los componentes de la canasta familiar en tal situación de nerviosismo, como han declarado los comerciantes. Pero buena parte del malestar nervioso se debe a que van a pasar de una canasta a una fundita. Sí señores. La canasta familiar va camino a convertirse en una fundita familiar, y eso pone nervioso a cualquiera, menos a los comerciantes, que como quiera van a ganar. Porque si hay gente que no puede dejar de ganar en este país son los comerciantes, porque Dios los puso ahí para eso, para ganar. Y a los pobres los puso aquí para que haya pendejos, muchos y concentrados en la ciudad. Y mientras más son, más pendejos son. Pues que bailen el «son de los nervios», porque ya ni «son de la loma».

Las carreteras del país de los pasotas

Se le llama «pasota» a la gente indiferente de todo lo importante que pasa, sean asuntos sociales, ecológicos, ambientales, políticos, culturales o morales. Al pasota no le importa nada, pasa de todo y pasa por todo.

¿Qué mejor ejemplo de país de pasotas que ese camión cargado de caballos que iba por la carretera «6 de noviembre» la semana pasada?

Los caballos se transportan en vehículos especiales para ese fin, por varias razones: son animales altos y tienen que ser transportados en vehículos de piso bajo; son animales espantadizos que pueden entrar en nerviosismo; se transportan máximo de dos en dos; nunca se llevan en camiones altos porque desestabilizan; la velocidad media para transportarlos es de 60 kilómetros por hora.

Ahora oigan esto, aparte de que los de la foto (unos 7 caballos) se transportaban en grupo, amarrados como Dios quiera, en un camión alto y nada indicado para ese trabajo, el tipo conducía sobre 100 kilómetros por hora. En algunos momentos llevaba la velocidad a 110 kilómetros por hora. Lo aseguro porque yo iba siguiéndole tratando de hacerle una buena foto.

Pues muy bien. ¿Por cuantos sitios con autoridades debió pasar esta camionada de caballos antes de llegar a la autopista y a su destino? ¿Cuántos peajes con guardias pasó? ¿Cuántos Amet vieron esto? ¿Cuántos policías motorizados rebasó? ¿Cuántos policías apostados le vieron pasar? De seguro que muchos.

Pero evidentemente, todos pasotas, les importa un carajo lo que pueda ocasionar semejante barbaridad. Luego podrán explicarlo todo diciendo que se trató de un accidente. Ya hemos dicho en otras oportunidades que en nuestras carreteras (y en las ciudades también) no hay accidentes, hay asesinatos.

Por otro lado, si se trataba de caballos de algún coronel, general, diputado, senador, síndico o traficante, entonces se explica… ¡Caramba, haberlo dicho antes!

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