Una provocadora invitación

Una provocadora invitación

“La mitad de la alegría reside en hablar de ella”.

Proverbio persa

¡Pump! El estruendo que causó la caída de un mango interrumpió las oraciones del grupo, con el que me reuno cada viernes en el ocaso. De manera automática dije: “Los fines de semana caen más mangos que el resto de los días…pareciera que la mata me provoca”. Le expliqué a mis amigos que como para salir al patio debo abrir los candados de la puerta de hierro, ¡no salgo hasta el lunes que vuelve la empleada!

Luego que hablé, no pude evitar reflexionar. Siempre me han gustado mucho los mangos, y ahora que tengo un patio con una generosa mata que me regala sus deliciosos frutos, no los recojo por no dar vuelta a una llave. ¿Cómo ignorar esta llamada de atención? ¿Y si la naturaleza estaba usando a la mata de mango del patio, para hacerme una provocadora invitación a la alegría?

La palabra alegría viene del latín “alacer” que significa “rápido”, “vivaz”, “animado”, y expresa el ánimo de quien salta de gozo, es feliz y nada le perturba porque está animado con vida. Es posible que algunas personas tengan una alegría “natural”, pero la verdad es que la alegría puede ser entrenada como cualquier otra habilidad.

Recordé que cuando no tenía vehículo y veía a la gente quedarse un domingo en casa, pensaba: “¿cómo es posible que no salgan a disfrutar el día? ¡Cuando yo tenga un carro saldré todos los fines de semana a la playa, al campo, al parque, a dónde sea!” Imagino que lo mismo pensarán de mi los que salen al patio, a recoger con entusiasmo los mangos maduros que mi pereza deja tirados: ¿Cómo es posible que ella no salga de la casa para disfrutar estas delicias?

Cuando tenemos alegría podemos hacer lo que sea de mejor manera, y más rápidamente. Si estamos atentos, podremos recibir la amorosa guía de la naturaleza para que logremos reconectarnos con el entusiasmo perdido. Ella usa “maestros” muy creativos y variados: una mariposa que entra súbitamente a la casa, un hermoso cristal de cuarzo, una maravillosa puesta de sol, una insidiosa gotera, o ¡una provocadora mata de mango!

La alegría es un despertador para el potencial dormido en nuestro interior. Nos ofrece un gran impulso de poder y confianza. Claro, me refiero a la alegría “real”, la que nos conecta con el pulso de la vida. Muchas veces, sintonizamos una alegría ilusoria que es vacía y sin sentido. La noche del año nuevo, millones de personas celebran con parientes y amigos, y sin embargo, es la noche que tiene la tasa más alta de suicidios.

La verdadera (real) alegría viene con el placer de crecer y autorrealizarnos. Es la felicidad profunda que llega con el hecho de utilizar todo tu potencial. Esta alegría refuerza tu unión con la vida. ¿Sabes a lo que me refiero? A la alegría que se presenta cuando superamos un desafío difícil, o cuando experimentamos un momento de claridad.

Si no cambiaste ni creciste la alegría es falsa, es una ilusión. La alegría no viene de las “cosas buenas que te pasan”. No llega cuando recibes la llamada que esperabas, compras un carro nuevo, o gana tu equipo favorito. La alegría es el resultado natural de las acciones que están en sintonía con la vida, de tu compromiso de transformar cada momento en una experiencia de crecimiento.

Cuando estás alegre, eres alguien que resuelve los problemas, y no alguien que los sufre. El libro del siglo XV Orjot Tzadikim dice: “La alegría reside en el corazón de la persona cuando no se enfoca en las dificultades”. ¿Qué cerrojo está impidiendo que salgas a recoger tus bendiciones?

El inventor estadounidense Benjamin Franklin, considerado uno de los padres fundadores de USA, dijo: “La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro”. Quien está alegre ve siempre lo bueno. El judaísmo tiene un principio llamado jitzoniut meoreret pnimiut, que significa “lo externo despierta lo interno”. Es posible desarrollar un estado emocional interno al actuar como si ya estuviéramos en ese estado.

Hacer cosas significativas es una maravillosa fuente de alegría. Por ejemplo: cantar, caminar por la playa, pasar tiempo con los amigos, hacer actos de bondad por otros, pedir la bendición a los padres, leer algún texto sagrado, y agradecer el regalo de la vida. Una vez que sientas alegría, canalízala en una dirección productiva. No te sientes simplemente a disfrutarla. Usa la energía que te da la alegría para ir allá afuera y hacer algo fantástico con ella.

Al igual que me ocurrió a mi, mucha gente no experimenta alegría porque toma la vida por sentado. Quienes han estado cercanos a la muerte ven la vida de otro modo. Alguien que sobrevive a un accidente automovilístico o a una enfermedad grave, difícilmente vuelve a vivir de la misma manera. La mayoría de los que han tenido una nueva oportunidad de vivir dicen: “¡La vida es bella! ¡Estoy vivo!”.

La alegría no es algo que simplemente ocurre. La alegría es un estado mental, por tanto no depende de las circunstancias, sino de tu actitud. Al compartir los pensamientos, las oportunidades de hacer “tomas de consciencia” aumentan. Aunque los mangos caen en mi patio constantemente, no fue hasta que dije a otros que los fines de semana caen más, que pude darme cuenta de que la vida es una fiesta a la que siempre estamos invitados.

Claro, recibir la invitación no es sinónimo de aceptarla y mucho menos de participar y disfrutar. Puedes tener cualquier cantidad de bendiciones e igualmente ser miserable. En cada momento, o bien tomamos acción para acercarnos a nuestra bendición, o para mantenernos separados de ella. ¿Qué importa que la puerta esté cerrada con un candado, si tengo posesión de la llave que lo abre? ¡La responsabilidad de estar alegres es nuestra!

Todo lo que nos ocurre es una provocadora invitación a crecer y sanar. Notar, apreciar y disfrutar conscientemente estas invitaciones es todo un arte. Como dijo el Rey David: “El arte más bello es servir a Dios con alegría”. Tal vez, por esto es que en la mayoría de las tradiciones las plegarias matutinas empiezan con el agradecimiento, por las cosas simples que a veces pasamos desapercibidas:

 

  • Gracias Dios por los frutos maduros que puedo disfrutar.
  • Gracias Dios por un día más de existencia.
  • Gracias Dios porque puedo ver.
  • Gracias Dios porque puedo levantarme por mis propios pies.
  • Gracias Dios porque puedo pensar.
  • Gracias Dios por el aliento que sostiene mi vida, y me permite servir a tu obra.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas