Bajo lluvia llegamos a Bellas Artes, rápidamente penetramos en la sala que esta vez no sería platea, y subimos al escenario como un artista más, allí comenzó la magia, todo ocurría frente a nosotros, podíamos palparlo; aún más, éramos parte del drama existencial de un hombre que se debatía entre cavilaciones en la más absoluta soledad.
El estrecho espacio delimitado por los concurrentes, simulaba una calle oscura en una noche de lluvia, solitaria como el hombre pero, ¿quién era este hombre? solo un hombre, su angustia y desesperanza.
El sombrío ambiente surrealista creado aún sin escenografía, con sólo dos bancos de parque, alegoría de encuentro, y el protagonismo índigo de las luces cenitales, van en consonancia con la narrativa desgarrada del dramaturgo francés Bernard-Marie Koltés, autor de esta obra singular, La noche justo antes de los bosques.
La puesta en escena de Miguel Ramírez en la que el lenguaje del movimiento es una constante, se adecúa al sórdido espacio y, sin transgredir el texto, lo fracciona en tres individualidades: Yo, Tú y Otro, partes de un todo que es ese hombre: el personaje.
Ramírez logra acercar el monólogo de Koltés, lo hace más asequible, y convierte su puesta en escena creativa e intransigente en una metáfora, en la aventura de un encuentro terrible con la otredad.
La calle y su simbolismo de escape, alberga al personaje, cuyo discurso confuso no está dirigido a nadie, mientras el desarrollo de la trama gira, oscila de un lado a otro como sus propias reflexiones; la habitación donde pasar la noche la lluvia, la remembranza del proscrito, el discurso político subyacente, se convierten en leiv motiv.
El personaje escindido por Ramírez da oportunidad a tres actores jóvenes de innegable talento: Richarson Díaz, Pedro Sierra e Iván Mejía, cada uno de ellos con una carga de energía avasallante, maneja la elocuencia del gesto, la expresividad corporal y sobre todo, la movilidad escénica demandada por el director, cuya estética se convierte en un verdadero acierto.
La música. Original de Vadir González, apropiada y sugerente, cobra protagonismo, es un lenguaje más, perfectamente insertado en la puesta en escena de esta excelente obra de Koltés, adaptada por Miguel Ramírez para el Teatro de los Oficios, grupo digno de tomarse en cuenta.