Una realidad difícil de medir

Una realidad difícil de medir

Muchos en el país están descreídos, entre ellos varios economistas reconocidos. Los indicadores y otras cifras derivadas de un monitoreo institucionalizado sobre la economía no parecen servir de mucho para aquilatar la actualidad. En notables ocasiones, los organismos públicos que deben proveer información se retrasan en evacuar datos; o sus informes son incompletos o se duda del método que usan para calcularlos. Algunos expertos, con posiciones independientes al gobierno, hablan de un virtual apagón en el flujo de números actualizados para dar su exacto perfil a la realidad. Se habla, además, de interpretaciones acomodadas a partir de un deliberado propósito de propiciar artificialmente el  optimismo que en ocasiones ha  caracterizado al gobierno.

Esto queda, en cierto modo, confirmado porque el gobierno ha   refutado, en solemnes actos, los diagnósticos de fuentes externas que han resultado diferentes a los suyos. Y todavía más: autoridades del área económica han tenido discursos contradictorios, a veces  emitidos por un mismo jerarca: que en el país ha pintado la economía como blindada, y cuando ha ido al exterior la ha colocado al borde del  abismo. Así las cosas, la única visión a la que habría que acogerse es a la peor. A la que  por razones políticas con menos entusiasmo confiesan los gobiernos. Todo rostro es maquillable. No solo los femeninos.

Multiplicación diferenciada

Podría considerarse digno y esperanzador que el gobierno se reúna desde ahora  y con periodicidad con las “fuerzas vivas” de las regiones para escuchar sus peticiones y prometer a lo instantáneo soluciones de costos millonarios a problemas urbanos. El Presidente Leonel Fernández en persona capitanea este protagonismo para desactivar protestas que han ido extendiéndose.

La otra cara de la moneda resulta desagradable y refleja injusticia. El Estado, ese mismo que sufre la caída preocupante de ingresos, reacciona ahora asustado por las acciones de grupos populares, a veces bastante organizados. Esto ocurre tras un olímpico desprecio e incomprensión a las demandas salariales de los médicos, cuyo rol en la sociedad es de primer orden;  un conflicto en el que ni siquiera el diálogo directo ha tenido espacio. ¿Cómo es que un gobierno solo puede multiplicar panes y peces cuando se trata de encontrar dinero para arreglar calles, aceras y contenes?

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