Una relación muy especial

Una relación muy especial

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Ninguna relación entre seres humanos, excepto aquella que acerca a hombre y mujer en mutua entrega, ha captado la atención fascinada de los estudiosos, como la que establecen el paciente y su médico. A partir de las peculiaridades de este encuentro, psicólogos, filósofos, sociólogos, astrólogos y hasta teólogos, han hecho de la relación médico-paciente objeto de documentación, análisis, reflexiones voluminosas y no pocas controversias.

Dicha relación constituye el núcleo del quehacer profesional, la razón de ser una profesión que representa una cotidiana reafirmación de la creencia en las más genuinas virtualidades humanas: fe, esperanza, coraje, disciplina, confianza, devoción, fortaleza moral, aceptación de la adversidad como fenómeno vital y como experiencia racional.

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La evolución de la relación médico-paciente, desde antes de la era hipocrática, permite apreciar claramente la estabilidad de las características fundamentales del vínculo, a despecho de los cambios introducidos en su contexto social. Tales características tienen que ver con la actitud del médico, las expectativas del paciente, elementos fundamentales del vínculo, a despecho de los cambios introducidos en su contexto social.

El contexto de la relación en su análisis ha sido influido por eventos histórico-sociales, políticos o económicos que, en ocasiones, han amenazado los cimientos del trato interhumano entre médico-paciente.

Sin embargo, la pervivencia del carácter especialísimo de esta relación responde al hecho de que se basa en factores poderosamente subjetivos, a veces inasibles (González R.).

Características esenciales de la relación:

La autoridad del médico: las vicisitudes y divergencias de esta relación, parte de la historia misma de la humanidad, conoce los extremos sostenidos por aquellos que creen el tratamiento médico entraña un vínculo casi místico, y los otros que, se declaran satisfechos con el servicio técnico similar al que presta un mecánico o plomero. La misma ambivalencia se da en el Eclesiástico hace unos dos mil años: “Honra al médico, con el honor que se debe a aquel que Dios ha creado para el más alto fin, su curación”. Pero, veamos qué señala este mismo texto unas 30 líneas más abajo, en una frase siniestra: “Que aquel que peque contra su Hacedor, caiga en las manos del médico”.

En los albores de la civilización griega, los facultativos eran llamados físicos (derivado de Physis o naturaleza), denotando con ello que su tarea se originaba en una comprensión básica de la naturaleza de las cosas.

La palabra médico proviene de mederi, curar; y la raíz Med, significa meditar, pensar. Finalmente, doctor, significó originalmente instructor, maestro, amo. Así, semánticamente, la profesión médica incluye los complejos roles de aprender, conocer, saber, curar y enseñar.

La autoridad del médico, Paterson la define en función de la combinación de tres características: sapiente, moral y carismática. La primera es el derecho a ser escuchado que se origina en el conocimiento y la experiencia del doctor. La autoridad moral es el segundo ingrediente y, se refiere al derecho de controlar y dirigir, derivado de la calidad y bondad básicas y propias de las actividades del médico. El tercer ingrediente es la autoridad carismática, el derecho a actuar en una forma dada, derivada de la gracia divina, este elemento refleja la unidad primigenia entre religión y medicina.

El médico debe ser idealmente maduro, preocupado por su prestigio profesional (basado en su capacidad profesional y los comentarios que de él realicen sus pacientes), y su prestigio social, ya que, ambos desempeñan papeles de una importancia extraordinaria en esa relación.

Expectativas del paciente: las emociones básicas del individuo que enferma y que busca la atención del médico, se funden en el conjunto de expectativas de curación y alivio que sustenta todo individuo sano. Casi todos los autores coinciden en la descripción de los fenómenos psicológicos que preceden al contacto inicial: indagación ansiosa, confirmación de credenciales, idealización esperanzada.

El proceso se somete con una suerte de bloqueo selectivo de eventuales datos, impresiones o imágenes negativas. De hecho, la psique del individuo enfermo parece adquirir enorme preeminencia al crecer en razón directa a la magnitud de su padecimiento. El paciente ve en el médico y en la relación que va a establecer con él, el factor crítico propulsor de energías curativas.

Continuaremos analizando esta apasionante relación.

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