Una retícula de poderes (y, 3)

Una retícula de poderes (y, 3)

Si Michel Foucault afirma que “por poder hay que entender, primero la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se ejercen, y que son constitutivas de su organización; el juego que por medio de luchas y enfrentamientos incesantes las transforma, las refuerza, las invierte; los apoyos que dichas relaciones de fuerza encuentran las unas en las otras, de modo que forman cadena o sistema”; hay que deducir que Leonel Fernández es un hombre  muy poderoso.

 Su éxito no adopta la forma de un argumento histórico sustentado en las ideas, sino en el despliegue de una estructura partidaria que opera como fuente de acumulación originaria de capital, y que desde el poder tiene la dimensión de su propia continuidad a través del dominio de las instituciones. Lo primero es el dinero. El grupo que rodea al ex presidente Fernández es ahora inmensamente rico, y éste hecho incluye, más allá de la cúpula de dirección del partido, a figuras notables de la sociedad. El fenómeno es relevante por dos motivos: 1ro.  Porque el dinero es la “prisión sin guardias” que compacta su liderazgo. Y 2do. Porque  el dinero pasa a ser la esencia de la vida política de nuestros días en la República Dominicana. Es el dinero el que le ha permitido legitimar su hambre de mandar. 

Una parte sustancial de la acumulación de capitales del grupo del ex presidente Fernández proviene del despojo al Estado. Y eso lo hace un capital anhelante del recurso que significa dominar el gobierno. Por eso la retícula de poderes dejó todo organizado para regresar en el 2016.  Y , además, maniató las instituciones. En países como el nuestro la tiranía está oculta bajo la ficción democrática. Mucha gente se asombra de que Leonel Fernández no pueda ser llevado a los tribunales, olvidando que esa retícula de poderes que erigió  integran un sistema (Foucault), que hacen de la política la habilidad de maniobrar las apariencias. Desde el cambio de la Constitución hasta la integración de las cortes, todo ha sido ficción. Un nivel tan exageradamente alto de acumulación de capital por la vía de la corrupción, no puede ser concebido sin el control del aparato estatal. Los jueces  son un profetismo utópico de la realización de la ley, los fiscales un crepúsculo  pálido de todas nuestras miserias morales, el Partido oficial tiene 18 mil funcionarios financiados por el Estado, el Tribunal electoral  es un rollo compresor  de la  ilusión democrática en el voto, las cámaras legislativas expresan el absolutismo estatal de la retícula, la Cámara de Cuentas es un largo monólogo,  los medios de comunicación han convertido el silencio en creador de riquezas, y las palabras en factor de producción; y los poderes fácticos (industriales, comerciantes, financieros, etc.) se hacen verdaderos expertos en ocultar sus pensamientos, temerosos porque  el grupo económico sobre el que se empina  la retícula se hizo competitivo con el aparato productivo privado;  mientras lo que emergió como poder de los gobiernos del doctor Fernández, dentro y fuera del PLD,   se prepara para el regreso.

Esa es la sociedad en la que estamos viviendo; una sociedad intimidada, secuestrada, sin conciencia crítica, entregada a las cosas. A merced del dinero y la manipulación. Una sociedad que ha tenido crecimiento económico en poco más de cincuenta años continuos, y en la que los pobres  se han multiplicado en un sentido inversamente proporcional. Sociedad en la que el don de la ignorancia y la miseria material y espiritual son el caldo de cultivo de los políticos sin escrúpulos, y en la que el poder es un corruptor. Si no queremos engañarnos hay que contar que es contra los poderes de esta retícula que estamos enfrentados.  Leonel Fernández no es tan solo su megalomanía,  es también la posibilidad concreta de todos estos intereses de reproducirse en el poder.  Y como dice Michel Foucault “por poder hay que entender, primero la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se ejercen”,  y las luchas y escarceos del leonelismo las vemos manifestarse todos los días en nuestra sociedad. Hay que entender esta nueva modalidad de la opresión, el régimen de fuerza en el que estamos viviendo.

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