Una retroexcavadora llevada al
laberinto de la enajenación

Una retroexcavadora llevada al<BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2007/11/3154B431-9417-44A5-900A-94BE46ADD92D.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=460 data-eio-rheight=297><noscript><img
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POR ANGELA PEÑA
No es una novela ni la trama de una película de hampones y mafiosos. Es un caso de la realidad dominicana que está enfrentando uno de los profesionales de la ingeniería más serios, trabajadores y capaces y que envuelve en el fraude, la falsedad, el robo, marrullas, falsificaciones, complicidad, a empleados gubernamentales actuantes en connivencia con lo que la víctima llama “asociación de malhechores”.

 El ingeniero civil Leonel Rodríguez Ureña, reconocido por sus construcciones de acueductos, alcantarillados sanitarios, vacacionales, urbanizaciones, plantas de tratamiento, edificaciones gubernamentales, viviendas a bajo costo y por su obra literaria, puede decir que tiene en preparación otro libro, aunque más voluminoso que “79 decires con rima” o las “Sugerencias al PLD” que publicó en 1998. Podría llamarse “La odisea del robo de una retroexcavadora”. “Esto casi es un clásico”, exclama mostrando el voluminoso expediente del caso que le ha sustraído alrededor de tres años de trabajo, miles de pesos, sus horas de sueño, descanso, paz.

 El calvario comenzó el tres de octubre de 2005 cuando desapareció su máquina de una finca de “La Luisa Prieta”, de la provincia de Monte Plata, donde Rodríguez realizaría trabajos de drenaje. Puso dos denuncias, una en Santo Domingo y otra en la jurisdicción del saqueo pero a su vez colocó espacios pagados en la prensa y en una popular emisora ofreciendo treinta mil pesos de recompensa a quien diera alguna pista de la también llamada “Comesola”. Ante la oferta, las llamadas telefónicas llovieron en su residencia, asegurándole saber dónde se encontraba el aparato descrito.

 “Me contactó un señor, fuimos al sitio y, ciertamente, constaté que esa era mi retroexcavadora, no entré, lógicamente, diciendo esto es mío ni mucho menos, sino que lo que hice fue comunicarle al Procurador Fiscal de la jurisdicción, que yo había encontrado la retroexcavadora, entonces él inició la tramitación legal para la realización del allanamiento, y así se hizo”, relata con decencia y ecuanimidad poco comunes.

Capítulos de espanto

 Lo que prosigue no es la correcta devolución de la propiedad saqueada sino la casi indescriptible maestría de quien se autoproclama su dueño, un cubano nacionalizado norteamericano, propietario de la finca donde fue encontrado el aparato, para superar todas las pruebas presentadas por Rodríguez Ureña demostrando la realidad documental de su pertenencia. Por suerte, cada marrulla ha sido descubierta y rebatida por el acucioso profesional, avalada por certificaciones notariales de múltiples instancias.

 Ya su maletín explotó abultado de tantas actas, certificaciones, fotografías, cartas, denuncias, órdenes, declaraciones, matrículas, actos de ventas, experticias caligráficas… Tanta es la documentación que la tiene compaginada, numerada y con índice. El caso ha llegado, además de la Policía Nacional y la justicia ordinaria, a analistas forenses, policía científica, Dirección General de Impuestos Internos, Procuraduría General de la República, Dirección Nacional de Persecución de la Corrupción Administrativa, Migración, y hasta al Presidente de la República que ha ordenado a funcionarios de su Gobierno recibir y escuchar al despojado.

 Lo más espectacular es que la retroexcavadora le fue entregada a su original y único dueño, pero en calidad de guardián, porque la procuraduría fiscal no tiene donde colocarla y preservarla. El ingeniero no la puede usar.

 Rodríguez Ureña no ha acudido a la prensa para hacer la denuncia de un robo, manifiesta. “Son dos años de inquietud, desasosiego e inseguridad en mi familia, que ha querido que yo deje todo eso así, temerosa de que yo pueda perder la vida, porque realmente me estoy enfrentando a una asociación de malhechores, una asociación de malhechores que tiene que haberle hecho esto a muchos ciudadanos de la República”. Su intención es alertar.

Falso notario

 Hasta a Roberto Rodríguez Marchena lo involucraron en el caso, como notario público que certificó la supuesta transacción de la máquina.  El reconocido comunicador, ex secretario de Estado, Coordinador de las Políticas de Comunicación y Portavoz del Gobierno escribió una certificación notariada por el licenciado Alfredo Jiménez. “En ánimo de contribuir a una correcta y pronta administración de justicia, certifico que ni soy abogado, tampoco notario y que la firma que aparece en el documento anexo, ni el sello, corresponden a mi persona”, declaró el tres de noviembre de 2006.

 Otro profesional ligado y que lamentablemente fue molestado para ser sometido a interrogatorio y a experticias caligráficas fue un ingeniero del que utilizaron un contrato de venta de un “greader” para adaptarlo al chasis de la matrícula de la retroexcavadora, y que felizmente fue descargado cuando se comprobó el engaño.

 “Hicieron un montaje sobre la cédula del ingeniero”. Igual actuaron con el nombre de un oficial de la policía, pero se demostró, también por experticia caligráfica, que aunque el oficial existe, “él no firmó esa certificación rubricada por una sola persona, y lo grave es que cuando se hace ese tipo de tramitación, la certificación que se expide en el Plan Piloto, de Honduras, debe estar firmada por cuatro oficiales de la Policía Nacional. Aquella certificación, hecha en Moca, está firmada en una hoja de papel en blanco”, sin el escudo nacional, ni el membrete oficial de la institución, sin los marcos azules y la numeración en rojo, significa Rodríguez.

 Los supuestos sautores de la sustracción “tomaron la matrícula de un greader, que el verdadero ingeniero, Samuel Herrera Tejada, le vendió a otra persona. Hicieron un cambio de chasis, pero tratando de imitar el chasis de mi retroexcavadora, que es el 7NF03494, le adosaron el chasis 7NF93494, y además,  le dejaron el modelo G-12, que corresponde a un greader, con lo cual formaron un híbrido inexistente, que ni siquiera se encuentra en la estratosfera”, dice Rodríguez Ureña. Esa matrícula inexistente, asegura, no ha sido sacada del sistema de la Dirección General de Impuestos Internos, hasta donde él sabe.

 Vencida ya la capacidad de asombro e inagotable contando el cúmulo de patrañas, el ingeniero, nacido en Cotuí el 5 de abril de 1934, exclama: “Han ocurrido tantas cosas… Al señor dueño de la finca le pusieron impedimento de salida pero él lo violó, tenemos los movimientos migratorios de dos salidas expedidas por la Dirección General de Migración, donde se hace constar que el señor salió cinco veces”. Un inspector fue cancelado, otro declaró que el día de un segundo viaje, el sistema había fallado.  Hace poco, el impedido alzó vuelo por Santiago de los Caballeros, informó Rodríguez Ureña.

 Se han “perdido” informes, se ha solicitado archivar el caso por falta de pruebas, pero “se revocó la medida, “el imputado lo apeló y en la corte de Apelación de Santo Domingo Este se la declararon inadmisible”. El expediente, manifiesta don Leonel, “comenzó a caminar con cierta celeridad después que me dirigí al Señor Presidente de la República”. Las audiencias se están conociendo en la provincia de Monte Plata, y el imputado es el cubano nacionalizado norteamericano, explica Rodríguez, “porque cuando usted tiene la posesión de algo, y no es suyo, usted se hace reo de robo”.

 El ingeniero Leonel Rodríguez Ureña es un archivo andante de pruebas, sus abogados, Juan Antonio Soriano Acosta y Carmen Cecilia Gómez Paradí, tienen en él a un magnífico defensor porque no hay detalle que se escape a su memoria, expresado con verbo fluido. Cuenta que la estafa ha llegado a este punto porque el acusado, según él, ha inundado de lágrimas la fiscalía jurando que la “comesola” es suya.

 Muestra cédulas, nombres, direcciones reales, pero discordantes con los fines empleados por los individuos  de los que sospecha, y confiesa: “Ya le he enviado comunicaciones a la Procuraduría de Monte Plata señalando quienes serían los culpables en caso de que me suceda algo y la hice más extensa a la Procuraduría General de la República diciéndole que  en sobre lacrado le entregué a una persona de confianza los nombres de todos los que consideraría responsables”.

 Rodríguez Ureña es padre de nueve hijos. Está casado con Margarita Altagracia de Rodríguez.

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