Una sala de cine de arte en Santo Domingo

Una sala de cine de arte en Santo Domingo

POR DIÓGENES CÉSPEDES
La empresa Cines Caribeños, mejor conocida, paradójicamente, por su nombre en inglés de Caribbean Cinemas, ubicada en la plaza Diamond Mall, ha abierto una sala de cine de arte con el fin de recuperar un público amante de las películas de calidad y que se había alejado de los cines por múltiples razones.

Entre ellas, la mala calidad del cine comercial, los problemas del tránsito, el peligro de salir a la calle con tantos atracos, asaltos y criminalidad, la existencia al doblar de la esquina de tiendas de videos y una programación aceptable de algunos canales de telecable que brindan al cliente programas aceptables como son el National Geography (12), el TCM (54), el History Chanel, el Biography Chanel, el Discovery Chanel y algunos segmentos de los canales oficiales de Francia (96), de Alemania (95), de España (74), el RA de Italia (100), de Inglaterra (BBC y el Animal Planet (68), pero sobre todo, un canal eminentemente cultural como lo es el Film and Arts (79).

Con esa opción aceptable, sin contar otros canales que el cliente puede ver de vez en cuando, según sea la especialidad (deportes, noticias, viajes), los cines comerciales sufrieron una merma importante en el flujo de visitantes, aunque las películas de aventuras siempre tendrán un público cautivo ingenuo que cree lo que ve (carros destrozados, violencia, temas extraterrestres, de monstruos para asustar a gente impresionable, aventuras del tipo Indiana Jones en países lejanos, vidas de artistas o deportistas gloriosos, etc.), nostalgias de las guerras mundiales .

Ante esas ofertas miserables para un público que se entrenó en los cineforos del  Rialto, en los cursillos de cine de la UASD durante los años 60 y 70 del siglo pasado y que siguió durante aquellos decenios los trabajos críticos de Efraim Castillo, Humberto Frías, Carlos Francisco Elías o lo mejor que dieron de sí Arturo Rodríguez Fernández y Armando Almánzar durante el período de los doce años de Balaguer. Sin contar la impresionante cantidad de ciclos de buen cine y festivales que organizaron, no es verdad que ese público anónimo y dormido irá a perder su tiempo a ver esperpentos.Para mover de su casa a este tipo de cinéfilo, hay que sorprenderle con opciones de calidad que superen a los Fellini, Pasolini, Bergman, Truffault, Renoir, Malle, Wiener, Fritz Lang, Vadim, Rohmer o con los grandes del cine angloamericano hasta los años treinta: Borzage, Chaplin, Curtiz, Brown, Dieterle, Dwan, Flaherty, Garnett, Gourlding, Lubitsch, MacCarey, Mamoulian Sternberg Van Dyke, Wellman, Wyler, Capra, De Mille.

Hoy estamos lejos de aquel cine de grandes directores que supieron rodearse y granjearse la colaboración de los grandes actores y actrices. Las grandes películas de los 90 hasta hoy parecen “remakes” de lo hecho en el pasado. Esos actores famosos de hoy, incluidos Brad Pitt, Angelica Jolie, Nicolas Cage, Tom Cruise, Antonio Banderas, Nicole Kidman, Michelle Pfeiffer,  son figuras pálidas creadas por el marketing de Hollywood, sus revistas y canales de televisión de frivolidades. 

Es por eso que celebro la apertura de la sala 3 de arte de los Cinemas Caribeños y es de desear que apunte su lente mercadológico hacia América Latina, sobre todo hacia México, que parece por fin haber entendido la lección que le dejó Buñuel, pues ahora, con González Iñárritu y otros, comienza a salir del charrismo y las telenovelas donde se hundió. O al cine de Argentina (no importa que los directores estén fuera del país debido a las dictaduras y la última crisis) o al cine de Chile, cuyos directores comienzan a fijarse en las grandes obras literarias del país para filmarlas; en fin, en Cuba, la cual parece no haberse recuperado del golpetazo de fama de Gutiérrez Alea, Solás y los otros grandes. 

Brasil es un gigante que desde la época de Glauber Rocha ha dado lecciones de cómo hacer buen cine. El realismo maravilloso del Norte hasta la vida en las grandes favelas como en “Antonio das Mortes” o el “Orfeo” deben ser retomados para partir de ahí.

El cine dominicano nataguea y el mundo oficial desea manipularlo para promover el pintoresquismo en el cual, salvo escasa excepción, ha naufragado, por no seguir el ejemplo de “La silla” y superarlo, sino el del facilismo humorístico de la televisión, casi siempre grotesco y desvalorizador de las clases sociales. Eso explica el empantanamiento de la Ley de Cine en el Congreso Nacional.

Se ha iniciado justamente con una película latinoamericana, “Elsa y Fred”, una comedia refrescante, basada en enredos y equívocos lingüísticos, pero con un sentido orientado a la crítica de la relación entre las sociedades hispanoamericana y española a través de la crítica a subjetividades percibidas por el ojo del director. Y aunque en el plano del montaje no hay grandes novedades, se ha comenzado con buen pie, bajo la invocación de Fellini y su “Dolce vita”, donde Marcello Mastroiani y Anita Egbert, la rubia de spampanante que, si no yerro, jamás usó, ni ella ni Lollobrígida ni la Mangano, los químicos modernos para el abultamiento del tetamen.

Es un gran paso porque el tema de la rehechura de la vida después de enviudar a los 70 y tantos años es atrevido, casi tabú para los hijos y familiares de los ficticios Elsa y Fred y, no digo ya, para la sociedad. Incita el filme a quienes están en esas condiciones y no se han decidido a cambiar la vida, que lo hagan. Y si no lo hacen, les invita a que vean con otros ojos a quienes osaron hacerlo. Ambas conductas son ya una transformación. Que es la metáfora de la película.

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