Una salida

<P>Una salida</P>

Ahora que estoy fuera del país, llegan a mi mente los gratos recuerdos de aquellos que saben ser verdaderos amigos. Amigos a los que dediqué este poema, el pasado 14 de febrero.

“No nació del vientre de mi madre ni fue la estirpe de mi padre, su creador.

No comimos en la misma mesa ni dormimos bajo el mismo techo.

No compartimos las vivencias  cotidianas que tejen la hermandad.

 Tal vez fuimos dos simples vecinos que compartimos el barrio

 el juego, las peleas, las risas como se comparte lo común.

Tal vez fue la butaca paralela, la que nos hizo cercanos de pupitre de mascotas, libros, de canchas y recreos, la que  selló esta vieja unión.

Tal vez nos encontramos a destiempo, cuando la niñez se había ido, cuando la adolescencia terminaba y entramos juntos a la universidad.

Quizás el punto fue, aquel empleo en el que el compañerismo sirvió de excusa, para darle forma a una relación más allá.

Quizás fue todo lo anterior o tal vez ninguna de las citadas, la forma en que nació nuestra amistad.

Se dice -y corroboro sin temor- que  la hermandad más noble no siempre tiene antecedentes de sangre o de tiempo/espacio.

Esas personas que nos acompañan siguen, apoyan, levantan, riñen, son los hermanos que elegimos del vientre común de la humanidad.

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