Podrán argumentar lo que quieran, desde la institucionalidad económica del país oficial o desde la siempre alertada supervisión privada, para quienes la palabra crisis, es la frase obligada.
Podrán decir que no hay, que se agotó el presupuesto, que el año 2009 no pinta rosa y que lo que se ha dado en términos negativos en el mundo, apenas se asoma a nuestra puerta.
Podrán asegurar que no habrá aumentos salariales para el nuevo año. Sostener que es imposible que nos estemos preparando para una nueva reforma fiscal. Y la temible reforma que se hace presente a través del miedo colectivo de que llegue.
Podrán los carros de concho seguir cobrando lo que ya no gastan en una gasolina que no consumen, pues lo de ellos es el gas que nos deja los pulmones heridos a su paso de bomba de tiempo.
Puede ser:
Que se suspendan las celebraciones que quieran los que no quieren.
Que ni los millones de Chanflín puedan suspender los apagones.
Que los merengueros de calles toquen más que los tradicionales de la Navidad.
Que no exploten los fuegos artificales peligrosos.
Nada, de lo anteriormente dicho, quitará la realidad más importante de esta época. Estamos en Navidad. Y el ron Brugal, y la Cerveza Presidente, y el Ponche Crema de Oro y el puerco asado y los bombillitos se harán presentes, para celebrar que somos dominicanos. Una vez más.