Una salida
Escribir de un amigo: Lantigua

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No siempre tenemos la oportunidad de decir públicamente lo que pensamos de los amigos, ni los que vienen de toda la vida, ni de esos que uno se va encontrando  oportunamente en el camino.

Considero esta tarea, tan grata para el que escribe y como para quien la recibe, un tanto  más difícil si el amigo es una personalidad.

Pero, la relevancia no le va a quitar puntos a mi percepción de José Rafael Lantigua, quien fuera recientemente recibido con los honores que merece un escritor y crítico de su estatura en la Real Academia de la Lengua.

Desde que estaba en Monte Plata, era lectora voraz del suplemento Biblioteca que él editó durante 20 años, y    en mis sueños de entonces, confieso, no figuraba  conocerle.

Cuando me proponía escribir esta columna y Francis Mesa me preguntó desde cuándo somos amigos, no tuve otra cosa que decir: “desde siempre”.

Pero realmente fue desde que inicié mis pasos en la columna que generosamente me concediera Ruddy González en Última Hora, y en cuyos inicios de él recibí el apoyo y la crítica de buena voluntad.

Hoy, mi amigo es un secretario de estado. Eficiente en su servicio. Entregado a su oficio. Exigente en sus expectativas con los que le rodean y un gerente y gestor de una calidad pocas veces vista -eso se lo he dicho a mis otros amigos, como Yaqui.

Una de mis debilidades es escucharlo hablar, me encantan sus discursos, su palabra escrita. Su tono.

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