No estamos seguros de que los ángeles existen, pero día a día, con su ayuda, vamos construyendo esos pequeños milagros que hacen posible que la existencia sea más gratificante y menos agotadora.
Por ejemplo, una tarde cualquiera, puede ser aburrida, podemos estar aburridos, se nos acabaron las tareas y no llueve.
Como no tenemos otra cosa más importante que hacer, nos dedicamos a hacer llamadas a lo loco. Ay mi madre, cuánto tiempo que no sé de…
Sucede que justo en ese momento, ella, él -que fue tu compañero de juegos en la infancia, o de la escuela, el colegio, la universidad-, está pasando por un mal momento.
Pero cuando tú le preguntas cómo está, en lugar de echarse a llorar como quiere, se pone valiente y dice que sí, que está bien, y más hablando contigo.
A veces siento que estos encuentros tan oportunos no son casualidad nada más, que hay una energía que te hace dirigir tu pensamiento y tu afecto a una persona que te importa o que te necesita.
Si te pones a sacar cuentas, hay mucha gente que te importa que hace tanto que no ves y que no la oyes… Cierto que no has recibido una llamada que te diga que tuvo un accidente o que está enferma o que le dio un síncope… cosa que te hará correr a su lado y al de los suyos.
Sacas la cuenta, te lamentas, lloras y te arrepientes de tanto tiempo perdido y tantas palabras no dichas.