Una sentencia arduamente elaborada, pero urticante

Una sentencia arduamente elaborada, pero urticante

La sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, para sentar las bases de quienes deben ser dominicanos, demuestra que su elaboración, por el volumen de folios que asimila todo el trabajo de los expertos constitucionales, constituyó un aporte de varios meses de trabajo, que su evacuación final conmocionaría a los dominicanos y nos ganaríamos la mal querencia del mundo.

Por primera vez, se compendia en un solo volumen de más de 180 páginas toda la historia migratoria del país con su conjunto de leyes de dudosa aplicación, o hasta derogadas, donde siempre se ha tratado de regular el flujo migratorio de los habitantes del occidente de la isla hacia la parte oriental, desde que los dominicanos dejamos de ser más subdesarrollados que Haití.

Ha sido una constante de la vida en la isla, que los haitianos, al destruir todo su hábitat natural por ignorancia y necesidad dejaron pocas zonas fértiles y se han visto empujados hacia el oriente de la isla, en donde han conseguido su trabajo y sustento, pero poniendo en peligro la sostenibilidad de dos naciones.

El flujo haitiano viene estimulado por la casi inexistencia de gobiernos en Haití, en donde nunca han querido, ni podido, dotar de documentos a su mayoría de habitantes, que al llegar a Dominicana, ni siquiera tienen nombres, ya que las autoridades, ignorando el espíritu de su Constitución, alegan que sus nacionales deben requerir su nacionalidad, con lo cual los dejan en desbandada, que se han convertido en una peligrosa carga para los dominicanos, estigmatizados por el mundo, por un supuesto maltrato, cuando se les niega la nacionalidad dominicana a millares de ilegales, que diariamente viene a buscar trabajo en el país.

Entonces, la sentencia 168-13, de una lenta y larga elaboración, quizás más de seis meses por lo delicado del asunto. Su escritura y análisis envolvió de seguro a reputados juristas, que muy profesionalmente, realizaron su trabajo sin ni siquiera filtrar nada al público, revelando lo delicado del asunto para entonces, presentarle al país, en una audiencia de corta duración, el documento que no ha sido estudiado a fondo por quienes lo rechazan y hasta por quienes lo deben defender.

Las presiones externas van en aumento, y los haitianos, conscientes de que aquí no hay Cancillería, por lo que todos sabemos en qué se convirtió el servicio exterior, en un servicio de pago de favores políticos a los reformistas y a los peledeístas, se han ganado el apoyo de los gobiernos de las islas caribeñas y de naciones de mayor tamaño; apoyo que va en aumento, y nos arrincona sin contar con una Cancillería capaz de defendernos. Se ha tenido que recurrir a importantes funcionarios del Palacio Nacional, que no tienen experiencia diplomática, para llevar la defensa del país como se requiere por esa controversial sentencia.

Nos enfrentamos a un futuro incierto, en cuanto a las presiones que nos someterán, no solo los grupos internacionales de esa laya de los derechos humanos que reciben aportes de organismos para-gubernamentales, sino de los locales, que han hecho de la defensa de los derechos de los haitianos su modus de vida, por la que son bien recompensados, e ignorando su nacionalidad, solo alcanzan ver la mayoría de los dominicanos como racistas que repudian la presencia de los haitianos en el país.

A lo hecho pecho, como dice el refrán, y si esa sentencia es irreversible e innegociable para buscarle un bajadero, al menos que exista la infraestructura humana para que se pueda determinar la cantidad de indocumentados que viven en el país y de qué se necesita para reglamentar su vida, se sabe que ellos no retornarán a su territorio debido a que cada vez está más arrasado y las oportunidades son escasas, mientras que en oriente de la isla todavía existe un dinamismo de crecimiento que estimula la presencia de una mano de obra cada vez más necesitada, cruzando por una frontera inexistente muy permeable e incontrolable.

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